"Es errado pensar que un cabeza de lista es una locomotora de arrastre, puede no pasar de ser una carreta". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
"Es errado pensar que un cabeza de lista es una locomotora de arrastre, puede no pasar de ser una carreta". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)

Consideraciones básicas para entender estas . La primera es que los 24 que están habilitados para participar deben de pasar el umbral de representación o valla electoral, esto es, conseguir el 5% de los votos válidos o seis congresistas en más de una circunscripción, Lima y Callao, por poner un ejemplo. De las alianzas posibles, se ha anunciado la de Juntos por el Perú y Perú Libre, que deben alcanzar el 6%. Del total de inscritos, es probable que ingresen entre ocho y diez partidos, con lo que se tendría un Parlamento, de inicio, más fragmentado que el disuelto. Esto porque es altamente probable que no exista un solo partido que logre conseguir más de la mitad de los escaños, como ocurrió en el 2016 con Fuerza Popular.

Los que tienen mayores posibilidades, tratándose de una elección corta, con campaña intensa solo durante tres semanas de enero, son varios partidos con presencia parlamentaria, por lo que su nombre y símbolo es de buena recordación: Fuerza Popular, Apra, AP, APP y Frente Amplio. A ellos se agregan partidos que han tenido representación parlamentaria, regional o municipal, descentralizada (PPC, Somos Perú, Partido Nacionalista), con aparato organizativo nacional (Partido Morado, Perú Libre-Juntos por el Perú) o recursos económicos importantes (Podemos Perú). Con menores posibilidades se encuentran Solidaridad Nacional, Contigo, Vamos Perú, UPP, Democracia Directa, Vamos Perú, Perú Nación, Perú Patria Segura, Todos por el Perú, Frepap, Perú Firme y Avanza País.

Un segundo tema es el ámbito de las campañas. Se escucha con frecuencia que los partidos proponen temas como la lucha contra el gobierno golpista o una nueva Constitución, que son de alcance nacional y propias de una campaña presidencial que debe obtener un resultado nacional. En cambio, para estas elecciones parlamentarias, se requerirán 26 resultados, no vinculantes entre ellos. En consecuencia, los candidatos deberán hacer campañas y propuestas que tengan que ver con su región, como lo exigirán sus votantes. Esta dinámica, más descentralizada, es acentuada por la inexistencia de candidatos presidenciales que “arrastraban” votos de las listas parlamentarias, como lo hicieron en su momento Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski o Verónika Mendoza, con sus respectivos partidos.

Un tercer tema es la existencia del voto preferencial. Si bien un cabeza de lista puede atraer voto, no se trata de un tipo de “arrastre” como el anotado anteriormente, pues aquí cada candidato baila con su pañuelo. Lo hemos señalado en innumerables oportunidades, el voto preferencial desata una dinámica interna perversa, donde el compañero de lista es tan o más competencia que el externo. Eso hace que la lista del partido carezca de unicidad en los mensajes, multiplicándose en, si todos se presentan, un total de 3.380 campañas individuales y no 24, que es el número de partidos inscritos. Aquí llevan ventaja, nuevamente por tratarse de una campaña corta, los que han tenido una visibilidad pública anterior (parlamentarios, ministros, gobernadores o alcaldes), figuras públicas de ámbitos distintos de la política o bolsones electorales por tratarse de figuras locales. La gran mayoría, seguramente, invitados de los partidos y menos miembros inscritos. Entonces, es errado pensar que un cabeza de lista es una locomotora de arrastre, puede no pasar de ser una carreta.

Finalmente, el financiamiento de las campañas. Por referéndum se aprobó el pasado diciembre que, al margen de la franja electoral, no es posible comprar espacios en televisión y radio, con lo que los costos de campaña se van a reducir ostensiblemente. Este impedimento iguala hacia abajo la competencia, pues quienes más utilizaban este tipo de campaña eran los que tenían mayores recursos económicos. En consecuencia, la campaña será más en calles y plazas, con propaganda estática y redes sociales. Es más, la franja electoral que era utilizada por los candidatos presidenciales ahora será motivo de una pugna al entregarse a los 130 candidatos que habrá por cada partido. No hay espacio y tiempo para cada uno y si así fuera, sería insignificante para una campaña.

La campaña será pues corta, no nacional, dispersa, con despliegue de propaganda en calles y redes, con muchas candidaturas nuevas, con lo que el electorado se enfrentará a una compleja decisión. De eso, cualquier cosa (representación) puede pasar. Incluso, hasta algo mejor.