Washington Delgado

nació en 1909 en la hacienda Quilca de Huamachuco, provincia del departamento de La Libertad. Niño todavía, se fue a vivir con sus padres a la hacienda de sus abuelos, Marcabal Grande, a orillas del río Marañón, lugar que recuerda después en su primera gran novela, “La serpiente de oro”. Fue en Marcabal Grande donde Ciro Alegría se asomó por primera vez al sufrimiento del pueblo indio golpeado continuamente por una injusticia secular. A los siete años fue enviado a Trujillo, a vivir en casa de su abuela y estudiar en el Colegio Nacional de San Juan, donde César Vallejo fue su profesor.

Posteriormente, volvió a la sierra por culpa del paludismo y continuó sus estudios en el Instituto Moderno de Cajabamba. Hacia 1923, retornó a Marcabal Grande, a la hacienda de su abuelo paterno, para dedicarse por un tiempo a las faenas agrícolas. En esa oportunidad conoció a Manuel Baca, un notable narrador oral que desplegó ante el futuro novelista el encanto melodioso, profundo, inmortal de las tradiciones y consejas populares que ganarían desde entonces su espíritu y que serían el nervio fino y emocionado de su obra futura. En 1924, volvió a Trujillo para cursar la educación secundaria. Hacia 1927, con otros compañeros de colegio, funda un pequeño periódico, “Tribuna sanjuanista”; trabaja después en “El Norte”, que dirige Antenor Orrego, y en “La Industria”, y escribe y publica poemas de vanguardia. El Perú y toda la América vivían entonces una época de cambios e inquietudes, de crisis y revuelta. Ciro Alegría, que ha ingresado a la Universidad de Trujillo, participa en el movimiento de reforma universitaria y se afilia al Partido Aprista. Entre 1931 y 1933, sufre dos prisiones sucesivas, en la cárcel de Trujillo y en la Penitenciaría de Lima, y, por último, es desterrado a Chile.

En tierras chilenas, se dedica de lleno a la actividad literaria y escribe su primera novela, “La serpiente de oro”, con la que gana el primer premio de un concurso convocado por la Editorial Nascimento, en 1935. Quebrantado por las prisiones y el destierro, Alegría contrae una tuberculosis y debe internarse, a finales de 1936, en el sanatorio de San José de Maipó y por consejo de un médico escribe su segunda novela: “Los perros hambrientos”.

Conmovido por la calidad de su obra literaria, un grupo de entrañables amigos decide pasarle una pensión mensual para que pueda dedicarse completamente a su tarea de escritor. Es así como termina “El mundo es ancho y ajeno”, su gran novela. Tras escribir tres grandes novelas en seis años, Ciro Alegría enmudece 25 años, escribe solo algunos cuentos, reportajes, algún ensayo. Vivió en varios países, en Estados Unidos, en Puerto Rico, en Cuba. En 1948, renunció al Partido Aprista, años después se afilió a Acción Popular y fue elegido diputado en 1963. Murió en Lima en 1967.

Hay en la obra de Ciro Alegría una característica profundamente emparentada con el alma popular: su ideal justiciero. En este sentido cabe destacar, sobre todo, su “Calixto Garmendia”, cuento en el que refulge todo el maravilloso arte narrativo, toda la fuerza poética inconfundible de Ciro Alegría, arte y poesía que no son un puro juego intelectual, que están dominados por una noble pasión de justicia humana.

–Glosado y editado–

Texto originalmente publicado el 24 de febrero de 1980.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Washington Delgado era poeta y crítico literario

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