Un periodista ávido de rating dice tener pruebas de que la vacuna de Sinopharm no sirve. Un epidemiólogo quiere potenciar su candidatura al Congreso y sostiene que habrá que vacunar de nuevo a médicos y enfermeras. Un candidato a presidente busca notoriedad culpando al “payaso” que ocupa Palacio, pidiendo su inmediata vacancia dando hasta el nombre del sucesor.
No habían pasado 12 horas y ya se había reunido la Junta de Portavoces del Congreso para ver “las graves responsabilidades del Gobierno” en el supuesto desastre epidemiológico. No olvidemos que 105 de 130 congresistas jamás hubieran puesto a Sagasti de presidente, pero lo tuvieron que hacer por el abrumador peso de la realidad. Con esta denuncia, la ocasión de una vendetta parecía presentarse.
Rápidamente tuvieron que recular. Los que saben han opinado concurrentemente que la “denuncia” mezcla papas con camotes y que la vacuna de Sinopharm se mueve dentro de los estándares de eficacia (79,4% en su caso) requeridos por OMS y de efectividad (en la vacunación masiva todas las vacunas vienen consiguiendo un 90% de protección a un contagio grave).
El daño está hecho. Entre los vacunados de la primera fila y los de más riesgo, debe haber mucha incertidumbre. Incluso toda vacunación con otras marcas se ve de alguna manera afectada. En la encuesta más reciente de Ipsos un 35% señala que no se vacunaría, en general, con ninguna. Este escándalo absurdo no va a cambiar para bien esos resultados.
El gobierno de Sagasti recibe también un fuerte golpe. Ya en la encuesta del IEP, previa a estos hechos, el 42% pensaba que estaba manejando mal o muy mal la crisis del COVID-19, siendo esa su principal razón de desaprobación.
Si bien hay motivos para pensar que se pudo hacer más para enderezar las bombas de tiempo dejadas por Vizcarra en cuanto a abastecimiento de oxígeno, en el tema específico de las vacunas merecen reconocimiento. Los dejaron sin un solo contrato firmado y tuvieron que empezar de cero. Y lo hicieron con buenos resultados. Un mérito que requiere completarse vacunando con toda la presteza que sea posible.
Todo esto ocurre en un clima político envenado, donde irresponsable e impunemente se llega a calificar a Sagasti de “genocida”. Ello puede estar llevando al Gobierno a cometer, de su parte, el error de la sobre oferta.
Así, en la campaña del Minsa para responder a las dudas sobre si la velocidad de la vacunación inicial es insuficiente, se retruca señalando que “en el 2006 se vacunó a 20 millones de personas contra la rubiola en 45 días”. Siendo el objetivo del Minsa para con el COVID-19 llegar a 22,2 millones de personas, se da a entender que podemos cumplir los objetivos totales en plazos extraordinariamente rápidos.
No dudo de la buena voluntad, pero una mirada comparativa siembra serias dudas. Por ejemplo, en Israel, la estrella mundial en vacunación del COVID-19, en 80 días lo ha hecho con algo más del 50% de su población, al menos con una primera dosis. Chile, la estrella regional, en 75 días ha conseguido aplicar al menos una dosis al 23%.
Sin vocación de aguafiestas: ¿por qué el Perú se convertiría de pronto en el país con mejor ritmo de vacunación del mundo?
Las proyecciones a nivel presidencial son bastantes más realistas que las que el Minsa parece prometer. Aun así, Sagasti ofreció inicialmente llegar a 10 millones de vacunados en julio y luego lo ha rebajado a dosis aplicadas.
Pero incluso ese puede ser solo un buen deseo. Antonio Pratto del Comité de Vacunas señaló hace unos días: “Según los cálculos, si llegan los 2 millones de Sinopharm en marzo (nota: no han llegado) y si llegan los 5,5 millones de Pfizer del lote de 20 millones (nota: solo suben a 100 mil esta semana y vía Covax Facility llegaran 167 mil más), calculamos que podríamos estar entre 8 y 9 millones de dosis) en el primer semestre”. Para agregar que “para el objetivo de 10 millones de vacunados se necesita conseguir 20 millones de dosis que aún no tenemos”.
¿No sería mucho más prudente hacer proyecciones en base a lo que hay en casa? Dada la inmensa demanda mundial hay que adecuar el dicho a “más vale proyectar resultados de vacunas en mano, que de ciento volando”. Por ejemplo, cabría preguntar cuándo se puede terminar con el primer millón de vacunas de Sinopharm, de las que hasta ahora se han aplicado algo más de 400 mil dosis. O ¿cuál sería el plazo más breve en que se podrían aplicar las 267 mil vacunas de Pfizer ya disponibles?
Demasiadas frustraciones hemos tenido por historias que nos vendieron en el gobierno de Vizcarra, como para defraudar nuevamente las expectativas. Peor aún, con aves de rapiña sobrevolando Palacio para alimentarse de cualquier nueva desventura en este tema.
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