El próximo primer ministro, por Alfredo Torres
El próximo primer ministro, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

Una de las características de nuestra débil democracia es la alta rotación ministerial y, en particular, la del presidente del . Alberto Fujimori tuvo 13 gabinetes en diez años;  Alejandro Toledo y Alan García, cinco cada uno; y ahora el gobierno de Ollanta Humala va por el séptimo. Con la censura de , el promedio de duración de los gabinetes del nacionalismo ha sido de 7,3 meses. Ninguna empresa podría funcionar eficientemente si cambia al gerente general cada siete meses, pero así (mal) funciona nuestro sistema político. 

Lamentablemente, aunque sea disfuncional el cambio continuo, es evidente que la afanosa Ana Jara estaba muy desgastada y que, en su condición de pararrayos gubernamental, tenía que pagar por los abusos de la . Cuando Jara asumió el cargo escribí un artículo que titulé “El penúltimo Gabinete”. Quizá pequé de optimista. Será todo un reto encontrar un primer ministro que sobreviva los próximos 16 meses.

El presidente debería reflexionar con serenidad sobre lo que quiere para el país en la etapa final de su gobierno. ¿Quiere un gabinete de choque, que apoye la campaña del candidato nacionalista o aspira a uno que presida el proceso electoral con independencia? Lo cierto es que aunque pretenda lo primero, la realidad es que ya no está en condiciones de alcanzarlo. Su disminuida bancada parlamentaria y su baja popularidad no le dan la fuerza suficiente para ir por ese camino. A alguien de esas características le resultaría difícil obtener el voto de aprobación del Congreso de la República a su investidura y, si lo consigue, estaría muy rápido al borde de la censura. Por lo tanto, aunque no vaya con su carácter, Humala debería pensar seriamente en la segunda opción: un primer ministro con buena llegada a la oposición.

La idea de contar con un primer ministro independiente es muy atractiva para la opinión pública. Sería una garantía de transición democrática ordenada e incluso de lucha contra la corrupción. Sin embargo, no es fácil de conseguir.  Soportar las presiones de Ollanta y Nadine, por un lado, y las críticas de una oposición en campaña, por el otro, no es una tarea atractiva. Las posibilidades de salir quemado son muy grandes y, ante una llamada de Palacio con ese propósito, la mayoría de personalidades optará por no contestar el teléfono. En consecuencia, lo que suele ocurrir en estos casos es que el presidente deba buscar en su entorno.

En circunstancias similares, Toledo y García recurrieron a sus ministros de más confianza. Así llegaron a la PCM , desde el MEF y José Chang del Minedu. El ministro estrella de Humala es Jaime Saavedra, así que corre el riesgo de recibir una oferta similar. Ojalá la rechace. Su labor en el Minedu es de mayor trascendencia que un puesto fusible como la PCM. Descartado Saavedra, otras opciones a las que podría recurrir el presidente son Gonzalo Gutiérrez y Milton von Hesse. Son profesionales calificados, conciliadores y con buenas relaciones con diferentes sectores. 

Humala también podría recurrir a un ex ministro respetado. Por ejemplo, Óscar Valdés, que tiene la ventaja de haber ocupado ya la función. El problema en su caso es convencerlo de postergar sus ambiciones electorales para dentro de un lustro, como hizo PPK en su momento. Lo que está claro para todos es que, después de Ana Jara, no cuenta el Partido Nacionalista con una figura con el peso suficiente para asumir el encargo. 

El país necesita una personalidad que pueda ser, de un lado, un dinámico coordinador y vocero confiable del gobierno y, del otro, un persuasivo consejero, con la muñeca suficiente para morigerar los arrestos autoritarios y populistas de un gobierno de salida en busca de un buen resultado electoral. A su vez, debe ser un líder con habilidad política pero sin ambición electoral. Alguien que sea respetado pero que no aspire a postular a ningún cargo en el 2016 para que no despierte celos ni en el oficialismo ni en la oposición. 

El principal objetivo del próximo primer ministro debiera ser asegurar una ordenada transferencia democrática en el 2016, evitando el abuso del poder por parte del Ejecutivo o facciones al interior de él. Pero también debe ser alguien que contribuya a la reactivación económica del país. La desaceleración no favorece a nadie, salvo a las opciones más radicales. El primer ministro debe ser una personalidad capaz de generar confianza en el empresariado y con el liderazgo suficiente para dinamizar el anquilosado aparato estatal. El país debe salir del marasmo en que se encuentra.