María Cecilia  Villegas

Winston Churchill sostenía que “la democracia es el peor sistema de , a excepción de todos los demás que se han inventado”. Hoy, cuando Latinoamérica vive un franco retroceso producto de liderazgos populistas, uno se cuestiona si la democracia tiene efectivamente las herramientas necesarias para defender los avances de los países y los derechos de sus ciudadanos.

La historia política de la región ha estado plagada de avances y retrocesos. Y cuando creíamos que ya estaban sentadas las bases para lograr el desarrollo, líderes populistas con ideas trasnochadas llegaron al poder con recetas que la historia había ya descartado. Y es fácil entender el éxito del populismo en países en desarrollo en los que la incertidumbre, la violencia, la corrupción, la mala calidad de los servicios de educación y salud, así como la falta de infraestructura básica son la norma.

El rechazo a la clase política en el Perú hace que ser ‘outsider’ sea uno de los atributos que más valoran los votantes. Sin partidos políticos con ideología y un plan de desarrollo de país a largo plazo, quienes llegan al poder no tienen ni el soporte de una estructura partidaria, ni los incentivos adecuados para hacer un buen Gobierno. Cuando uno forma parte de una organización, se debe a esta, y es la misma organización la que, en teoría, te exige rendición de cuentas. Los “partidos” en el Perú reclutan candidatos de manera improvisada, sin un mínimo de cohesión ni ideas en común y sin siquiera haber revisado antecedentes penales. Ya en el poder, el mercantilismo político, el intercambio de favores entre partidos y el “hoy por ti, mañana por mí” hacen que quienes lleguen a los más altos puestos del Estado lo hagan en base al pago de favores políticos y con un fin ulterior, enriquecerse indebidamente.

Si a lo anterior le sumamos la informalidad y precariedad de nuestra ciudadanía, tenemos la receta de un desastre: el que estamos viviendo hoy. Pero ¿cómo la debilidad política afecta nuestro día a día?

Esta semana se hizo público que la en Lima Metropolitana fue la más alta en 24 años: fue de un 8%. La inflación se refleja directamente en el bienestar de los ciudadanos. A mayor inflación, los precios de los alimentos, el transporte y de los servicios son más altos y, por lo tanto, los peruanos compran cada día menos con el dinero que reciben por su trabajo o con los bonos que el Estado les asigna. Si bien es cierto que esta alza de precios responde, principalmente, al aumento de los precios internacionales de la energía y los ‘commodities’ (petróleo, trigo, soya, maíz), en el caso peruano esta se ha exacerbado por la incertidumbre política del 2021 que generó un alza en el precio del dólar y la conflictividad social que junto con las políticas del Gobierno de Pedro Castillo han deteriorado la confianza de los inversionistas.

La inflación es un impuesto que afecta en mayor medida a los más pobres, porque destinan un porcentaje mayor, entre un tercio y la mitad de sus ingresos, al gasto en alimentos y transporte. Las familias más pobres, por ejemplo, registraron una inflación de 9,3% el pasado abril. Mientras que los hogares con mayores ingresos destinan solo un quinto de su gasto y, por ello, el impacto es menor (según información del IPE). Es así como la inflación hace más pobres a los pobres cada día.

Otro ejemplo es la promulgación de la ley que faculta un sexto retiro de los fondos de las AFP, pese a la oposición del MEF y los cuestionamientos de los expertos. Esa ley implicará la salida de más de S/30 mil millones de los fondos, lo que va a tener un impacto inmediato en la economía.

El Perú requiere de varias reformas para mejorar y garantizar la calidad de vida de sus ciudadanos en el futuro. Estas reformas deben ser lideradas por expertos hacedores de políticas públicas y sostenidas por partidos políticos sólidos. Hoy, los populismos en el Ejecutivo y en el Congreso están destruyendo todo lo avanzado. Mientras la apatía ciudadana lo permite.

Maria Cecilia Villegas CEO de Capitalismo Consciente Perú

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