Todos hablan de política. Por teléfono, en las calles, en los mercados. Aunque no sé si el tema es la política exactamente. Se habla de las desavenencias en el Ejecutivo, de la subida del dólar, de las fotos en la casa de Breña. De allanamientos en ministerios y cálculos de vacancia. Pacheco, Karelim y otros nombres sospechosos se suman. Alguna vez, quizá, se habla del clima o de alguna película que hemos visto. A pocos les importa la llegada del verano. Es natural. Aquí están las palabras de moda: votos, bancadas, vacancia. Es el diccionario de nuestra tensa rutina.
Escucho en “Radio Filarmonía” una estupenda entrevista hecha por Ricardo Montoya a Juan Carlos Oblitas en la serie “Conversaciones desde la Grada”. Oblitas habla de su afición por la música clásica, por las novelas y, por supuesto, por su pasión, el fútbol. Sin embargo, también hace una confesión: desde hace un tiempo, ve muchos programas políticos. Está preocupado por el futuro.
Pero lo que se libera en las conversaciones no es solo una preocupación por el futuro, sino una decepción por el presente. Algunos teníamos un mínimo de esperanza por la llegada de un nuevo presidente. A pesar de las discrepancias ideológicas y de sus juntas partidarias (la relación con Cerrón), en algunos sectores había una buena voluntad hacia su gobierno. Esa esperanza quedó atrás el día que escogió a su primer Gabinete. Desde entonces, la falta de liderazgo y los indicios de corrupción son clarísimos. La desilusión también se comparte en las conversaciones. Los que siempre fueron sus opositores, en cambio, viven horas triunfales. Pero no podemos saber lo que ocurrirá si es que efectivamente vacan al presidente, luego a la vicepresidenta y hay nuevas elecciones.
El sentido de un gobierno es proveer a la gente de las seguridades como para que cada uno se dedique a lo suyo. Dejar que los profesores preparen sus clases, que los ingenieros construyan sus obras, que los pescadores salgan a pescar. Todo eso tendríamos que hacerlo sin preocuparnos por el funcionamiento de las instituciones. Estas debían crear condiciones para que cada uno se dedique a lo suyo.
Me entero que la palabra ‘ministro’ viene del latín ‘minister’, que significa ‘sirviente’ o ‘criado’. ‘Ministerium’ significa ‘servicio’. Un ministro, como un presidente, es un servidor de la población. ¿En qué momento se convirtió en un símbolo de poder? ¿Cuándo es que un presidente pensó que no debía dar entrevistas? Vinculada con la palabra griega para ‘polis’ o ‘ciudad’, la palabra “política” se refiere a “asuntos de las ciudades”, lo que después la convertiría en sinónimo de un manejo de los asuntos públicos. ¿Cuándo se convirtió en un manejo de asuntos partidarios?
Muy pronto se cumplirá el quinto aniversario de la censura al ministro Jaime Saavedra. En diciembre del 2016, los congresistas de Fuerza Popular y del Partido Aprista Peruano destituyeron a un gran experto en educación. Con esa medida, esos partidos buscaban petardear al gobierno aunque supusiera atentar contra un área fundamental de nuestro desarrollo. Esa censura (bajo la consigna de que el partido está antes que el país) fue el inicio de un lustro de incertidumbre. A pesar de ello, en este tiempo hemos tenido algunos líderes, como Francisco Sagasti, que lograron obras importantes. La mayor es el programa de vacunación que se inició durante el régimen anterior.
La economía tiene pronósticos favorables. Sin embargo, todo es inseguro en asuntos de gobierno. Mientras sigamos a la intemperie, entre la decepción y la incertidumbre, la política seguirá siendo nuestro tema. Ya hablaremos del clima algún día. La normalidad es un paraíso por ahora negado.
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