"Esas ideas son un gran concepto antes que una gran tecnología, y la semilla de esos conceptos ya está en la mente de los lectores esperando ser codificada". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Esas ideas son un gran concepto antes que una gran tecnología, y la semilla de esos conceptos ya está en la mente de los lectores esperando ser codificada". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Marco Kamiya

En esta era de popularidad de las ‘ciudades inteligentes’, definidas como aquellas que usan de mejor manera los recursos urbanos mediante la aplicación de tecnologías de información a través de sensores e Internet, hay que pensar también en la innovación urbana porque la tecnología por sí sola no resuelve los problemas.

¿Qué son innovaciones en un contexto urbano? Son aquellas que generan múltiples avances en la administración pública y en la vida de las personas, permitiendo a las ciudades contar con un mejor acceso a empleos y servicios. Aunque hay grandes soluciones tecnológicas en la historia, esta vez quiero enfatizar tres ideas basadas en un sistema o proceso anterior a la tecnología y que la llegada de esta ha fortalecido.

La primera innovación es el “plan hipodámico” (llamado también “trazado en damero”). Es el sistema de planeamiento urbanístico que diseña la morfología urbana con calles rectas, espacios públicos e intersecciones. Se atribuye su creación al arquitecto griego Hipodamo de Mileto y ha evolucionado en muchas formas influyendo en las ciudades europeas, americanas y asiáticas. Las capitales de América Latina que tienen en su centro una plaza con el Palacio de Gobierno, una iglesia y con cuadras parceladas que van creciendo con la población son parte de esa herencia. Un ejemplo de su aplicación es la ciudad de Nueva York, cuyo trazado inicial tiene ya 200 años (data del ‘Plan de los comisarios’ de 1811) y se ha mantenido hasta hoy renovándose siempre con gran vitalidad. Las ventajas de este diseño son que favorece la movilidad, el uso mixto y reconversión. La idea es muy simple: la ciudad requiere de planificación.

La segunda innovación es el “presupuesto participativo”, el sistema en el que un porcentaje del presupuesto de la ciudad se pone a disposición de la población para que se invierta de acuerdo con sus necesidades. Nadie conoce más sobre las prioridades de una ciudad que sus residentes. Si lo que necesitan es agua potable, educación, seguridad, electricidad, u otros, los ciudadanos escogen sus necesidades y el presupuesto es asignado y supervisado por un comité de vecinos. Este proceso de decisión fue introducido en 1988 en Porto Alegre, Brasil, y se expandió a Latinoamérica y Europa. Hoy se aplica en más de 3.000 ciudades de todo el mundo a gran y pequeña escala, en países de alto y bajo ingreso, en escuelas y comunidades. La idea fuerza es la participación directa como eje de la innovación urbana.

La tercera innovación es el microcrédito. Aunque sus orígenes son anteriores (en el Perú, los inmigrantes del interior que llegaron a la capital crearon sistemas de cooperación, mientras que las comunidades chinas y japonesas crearon ‘microbancos’), fue popularizado por Muhammad Yunus y el Banco Grameen en Bangladesh. El microcrédito se otorga al individuo con el respaldo de la comunidad y permite a la gente de bajos recursos acceder a financiamiento para adquirir propiedades, vivienda y crear negocios. Algunos críticos consideran que su efecto es limitado. Esther Duflo, una economista francesa que analiza su impacto, está entre ellos. La idea es que la confianza es un activo que, a través de las finanzas, reduce la pobreza.

Los tres ejemplos tienen en común lo siguiente: (i) Las innovaciones están basadas en una idea más que en una tecnología, (ii) las ideas se han llevado a la práctica y han influido en el desarrollo urbano y en la vida de las personas, (iii) los conceptos han ido más allá de las políticas, incorporando las áreas de planificación urbana, pobreza, desigualdad y representatividad.

Las tecnologías, aunque no fueron el tema inicial del concepto, al ser aplicadas han expandido dinámicamente su trascendencia. Por ejemplo, en el plan hipodámico, con el desarrollo de imágenes digitales en las ciudades para determinar áreas de construcción y renovación, o para mejorar la movilidad urbana. En el presupuesto participativo, con la creación de aplicaciones para teléfonos inteligentes que permiten monitorear las obras elegidas por los pobladores con sus costos y avances. Y en el microcrédito, con el ascenso de la banca digital, por un lado, y con la aplicación de financiamiento cooperativo para obras de vivienda, servicios y mejora de los barrios marginales.

¿Cuáles son las nuevas ideas del futuro? Están germinando en una ciudad de África, en una comunidad en los Andes, en un rascacielos en Toronto o en una megaciudad como Shanghái. Esas ideas son un gran concepto antes que una gran tecnología, y la semilla de esos conceptos ya está en la mente de los lectores esperando ser codificada.

* Los comentarios del autor no comprometen a la institución a la que pertenece.