“En el debate de CADE Electoral, George Forsyth optó por alzar la voz para sonar más firme, pero logró el efecto contrario”. (Foto: Captura de pantalla).
“En el debate de CADE Electoral, George Forsyth optó por alzar la voz para sonar más firme, pero logró el efecto contrario”. (Foto: Captura de pantalla).
María Alejandra Campos

En el último par de semanas, entre las muchas noticias que atarean el acontecer nacional, ya se detecta una constante que empieza a preocupar a la opinión pública, que se filtra en las conversaciones familiares y en los grupos de WhatsApp: la campaña electoral. Luego de meses de indiferencia, hemos llegado al momento inaplazable de averiguar por quién vamos a votar.

Aun sin ningún candidato que convenza a una proporción relevante de peruanos, las fichas electorales se mueven e intercambian puestos . Y así, en una elección tan desteñida como la actual, los aspirantes a la presidencia celebran migajas estadísticas: un par de puntitos aquí o allá, que en contiendas anteriores eran apenas anecdóticos, hoy significan una mejora significativa en sus expectativas por alcanzar la segunda vuelta.

Al otro lado de la moneda están los que sufren los embates de la indiferencia ciudadana, condenados a mirar impotentes cómo se van resbalando entre sus dedos los escasos puntos que los mantenían optimistas. Curiosamente, los candidatos que más puntos han perdido son los que se podrían denominar de “centro”: y . ¿Qué han hecho mal en la campaña para entrar en una tendencia a la baja?

El caso de Forsyth parece ser claro. Es un candidato débil, y él y su equipo lo saben. Cuenta con muchas virtudes electorales, como la juventud, su visibilidad como futbolista y su lenguaje cercano. Sin embargo, le cuesta estar a la altura de los debates de la agenda nacional. Sin importar el fondo de sus propuestas, su forma de comunicarlas es poco convincente. En el debate de optó por alzar la voz para sonar más firme, pero logró el efecto contrario. Otro gran error de Forsyth ha sido su manejo publicitario. Recordemos que a inicios de año el candidato decidió que le correspondía. No estar ahí lo pone en una gran desventaja frente a otros candidatos.

, en cambio, será un caso de estudio sobre cómo todos los ingredientes son insuficientes para ganar una elección si no se tienen discurso y carisma. Guzmán no logra capitalizar ninguna de las fortalezas con las que llegó a la competencia. En lo institucional, a diferencia de muchos candidatos, sí tiene un partido político detrás. En lo político, fue la única bancada que votó en contra de la vacancia de . Y en lo económico, algunos miembros de la bancada Morada han sido el único bastión de sensatez en un Congreso plagado de iniciativas sin sustento técnico.

Sin embargo, Guzmán no logra subir en las encuestas, lo que es peor, cae. Haber mantenido por buen tiempo un discurso de centro ‘radical’, en el que no se comprometía con ninguna postura, y haber deslindado de un Gobierno que tiene vínculos evidentes con su partido (y nueve veces más aprobación que su intención de voto) ha contribuido a su mal desempeño. Sin embargo, el peor enemigo de Guzmán parece ser él mismo. El carisma, que se manifiesta de muchas formas, pero es un ingrediente indispensable para ser un político exitoso, claramente le es esquivo. La voz sedosa y los gestos de ‘media training’ no logran transmitir la confianza que buscan en la población.

Si Forsyth y Guzmán no logran revertir la tendencia a la que han entrado en las encuestas, podríamos encontrarnos con una segunda vuelta entre candidatos polarizantes y con poca intención de voto. Ello, sumado a un Congreso tan fragmentado como el actual, componen una combinación que pone a la gobernabilidad de nuestro país en una situación delicada.

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