El desbarajuste que se armó al conocerse la lista de candidatos al Congreso del Partido Nacionalista podría estar anticipando la crisis terminal del partido de Ollanta Humala. El tuit de su presidenta, Nadine Heredia, lavándose las manos, con la afirmación: “La presidencia del Partido Nacionalista no ha participado en conformación de lista congresal. Es falso que alguna persona haya sido invitada”, no hace sino confirmar que los propios fundadores del partido sospechan que con ese vehículo no pasarán la valla electoral y que no habrá nadie del nacionalismo para que los defienda en el período 2016-2021.
No sería la primera vez que al partido oficialista le va muy mal en las elecciones al concluir su gobierno. En el 2001, el ex ministro fujimorista Carlos Boloña recibió 2% de los votos, lo cual podría ser comprensible dada la vergonzosa renuncia de Alberto Fujimori; pero en el 2006 y el 2011 se repitió la historia. Perú Posible lanzó a la presidencia primero a la empresaria naturista Jeanette Enmanuel y luego, al renunciar esta, al empresario minero Rafael Belaunde, hijo del ex presidente Fernando Belaunde, ninguno de los cuales formaba parte de Perú Posible. Lo mismo ocurrió en el 2006, cuando el Apra lanzó como candidata a su ex ministra independiente Mercedes Aráoz. Tanto Belaunde como Aráoz renunciaron a sus candidaturas en enero al vislumbrar el sombrío panorama que se les avecinaba. Finalmente, las listas parlamentarias de Perú Posible y el Apra apenas lograron 4% y 6% del voto nacional, respectivamente.
El Partido Nacionalista también tuvo su globo de ensayo con el economista Milton von Hesse, quien renunció a la candidatura para dejar paso al general Urresti, pero a diferencia de lo que ocurrió con Belaunde y Aráoz en el 2006 y el 2011, parece difícil imaginar al locuaz militar abandonando la pelea sin dar la batalla. Como se sabe, Urresti está procesado por un crimen y no ganaría nada retirándose de la contienda electoral.
Si la dupla Humala-Heredia ya entendió que va rumbo a una derrota catastrófica el 10 de abril, le queda el camino de intentar influir en contra de sus enemigos políticos. Alguna vez un ex presidente declaró que no podía lograr que su candidato sea elegido pero sí podía impedir que cierto candidato gane. La afirmación era harto pretenciosa pero lo que sí es cierto es que los gobiernos cuentan con muchos mecanismos –información obtenida por los servicios de inteligencia, por ejemplo– para debilitar a un candidato y apoyar a otro.
Los adversarios políticos que Humala y Heredia no soportan son Alan García y Keiko Fujimori. La megacomisión y la acusación por los narcoindultos permitieron mellar severamente las posibilidades del primero, así que ahora la artillería apunta a la lideresa de Fuerza Popular. El desgaste gubernamental hace que cualquier ataque directo termine favoreciendo a Fujimori, así que seguramente lo que veremos es más información filtrada a algunos medios de comunicación con el propósito de quitarle puntos a la candidata que encabeza la intención de voto.
A cualquier gobierno saliente le preocupa la continuidad de sus políticas. En ese sentido, es probable que la tecnocracia gubernamental se sienta más inclinada a votar por Pedro Pablo Kuczynski –que ha tenido comentarios generosos sobre algunas gestiones ministeriales– o por Julio Guzmán, que fue dos veces viceministro del actual gobierno; pero a la pareja presidencial ciertamente le preocupa mucho más la decena de juicios que se han iniciado contra Heredia y las investigaciones que puedan abrirse sobre la gestión de Humala. Y en esos casos, PPK o Guzmán podrían ofrecer a lo sumo que no habría ensañamiento, pero no cabría esperar de ninguno de ellos algún tipo de blindaje.
Con Toledo fuera de carrera, el único aliado potencial que queda a los Humala-Heredia es César Acuña. Aunque la incorporación de Marisol Espinoza como candidata de Alianza para el Progreso les debe haber sabido a chicharrón de sebo, no cabe duda de que el ex gobernador de “plata como cancha” es la mejor opción para la dupla en el poder. Si alguna información cuenta la cúpula gubernamental de las peripecias del candidato millonario, lo más probable es que la ponga a buen recaudo con el propósito de llegar a un buen entendimiento con él en el futuro.
Aunque Urresti ataque desaforado a Acuña en el afán de trepar en las encuestas, lo más probable es que en las próximas semanas veamos un discreto pero creciente apoyo de la cúpula gubernamental al pragmático político norteño con quien comparte, entre otras cosas, el malestar por los “juicios como cancha”.