El vocero titular de Fuerza Popular, Carlos Tubino, y los voceros alternos de la bancada, Luz Salgado, Milagros Takayama y Juan Carlos del Águila, participan en una conferencia de prensa, el pasado 21 de enero. (Foto: Congreso).
El vocero titular de Fuerza Popular, Carlos Tubino, y los voceros alternos de la bancada, Luz Salgado, Milagros Takayama y Juan Carlos del Águila, participan en una conferencia de prensa, el pasado 21 de enero. (Foto: Congreso).
Editorial El Comercio

Ayer, la Junta de Portavoces del decidió que, como consecuencia de la creación en las últimas semanas de tres nuevas bancadas (Cambio 21, Bancada Liberal y Unidos por la República), la composición del Consejo Directivo –el órgano encargado de decidir la agenda de cada pleno– debía modificarse a fin de incluir a los representantes de las flamantes fuerzas parlamentarias. Esta decisión derivó en que (FP) se quedara con solo 10 de los 24 asientos que tiene dicha instancia (sin contar a los cuatro miembros de la Mesa Directiva). En otras palabras, el fujimorismo ha perdido la mayoría en un órgano que le permitía definir la agenda del Congreso.

El efecto de esta resolución, sin embargo, no se acabaría aquí. Y es de esperar que, en un siguiente paso, el pleno del Congreso vote también para que se modifique la composición de las 24 comisiones ordinarias, con lo que el fujimorismo se quedaría sin mayoría en algunos grupos importantes, como la Comisión de Fiscalización o la Comisión de Presupuesto. Además de la Comisión Permanente –y, por extensión, también de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, donde se ventilan las denuncias contra altos funcionarios, como jueces y fiscales supremos–.

Una cascada de pérdidas que, vale recalcar, se sumaría a otras ya conocidas, como la del hemiciclo (donde ahora ocupan 55 curules) o la de la presidencia de la Mesa Directiva.

Difícil imaginar un trance más turbador para una bancada que apenas en julio del 2016 tenía en sus 73 curules el número suficiente para conducir varios procesos legislativos sin necesidad de pactar o concertar con alguna otra fuerza.

Quizá previendo el panorama poco auspicioso que empezaba a avizorarse para el fujimorismo con la pérdida del Consejo Directivo, el último domingo el vocero de FP, , afirmó que su bancada se opondría a “la sacada de vuelta a la sentencia del Tribunal Constitucional que impulsa el presidente del Congreso” (una calificación que, como sabemos, no guarda correlato con lo que resolvió el TC en julio del año pasado). Así también, Tubino acusó a y al resto de legisladores que apoyaban la recomposición de actuar “al caballazo” y les advirtió de estar ‘escribiendo’ una “página nefasta” en la historia del Parlamento.

En realidad, y siguiendo el orden del señor Tubino, cabe preguntarse, ¿qué hizo sino FP cuando impulsó la ley de bancada mixta como respuesta a una sentencia anterior del TC que declaraba inconstitucional la primera ‘ley antitránsfuga’ o cuando intentó cambiar las condiciones de la cuestión de confianza a través del reglamento del Congreso? ¿Cómo actuó el grupo mayoritario en el Parlamento cuando, en menos de 48 horas, aprobó una ley para beneficiar al ex presidente Alberto Fujimori tratando de frustrar su reingreso a prisión ordenado por un juez? ¿Y qué balance cabe hacer de este tiempo en el que FP ha tenido el dominio del Legislativo y en el que la fuerza de sus números les permitió interpelar y censurar ministros, empujar leyes ‘exprés’ o archivar las denuncias contra sus miembros o aliados políticos?

Visto de esta forma, la pérdida de la fuerza parlamentaria del fujimorismo es positiva en la medida en que permite vislumbrar, en lo que resta del período parlamentario, un Congreso en el que ninguna bancada tenga los votos para imponer su agenda de manera arbitraria y en donde los legisladores se vean obligados a volver a la base de la política; esto es, la concertación y el diálogo.

Cuando este Congreso se instaló, desde este Diario sostuvimos en reiteradas ocasiones que el mandato de las urnas le había dado a FP, a través de una mayoría insólita, una oportunidad irrepetible para impulsar una agenda de reformas. Ahora que el fujimorismo ha empezado a perder gran parte de esa fuerza, es claro que dicha circunstancia no se aprovechó.