Según afirmó ayer el ministro de Justicia, Aníbal Torres, en una entrevista con TV Perú, el presidente Castillo no da entrevistas a los medios porque algunos de estos quieren tenderle “una emboscada para desvirtuar cualquier palabra que diga”. (Foto: Hugo Pérez/GEC).
Según afirmó ayer el ministro de Justicia, Aníbal Torres, en una entrevista con TV Perú, el presidente Castillo no da entrevistas a los medios porque algunos de estos quieren tenderle “una emboscada para desvirtuar cualquier palabra que diga”. (Foto: Hugo Pérez/GEC).
/ Hugo Perez
Editorial El Comercio

El ministro de Justicia, , parece creer que su rol en este Gobierno es el de atacar a los medios que ponen en evidencia los desaciertos y los claroscuros de la gestión que encabeza el presidente . Ya en otras oportunidades nos hemos ocupado de afirmaciones suyas que apuntaban en ese sentido. Como, por ejemplo, aquella según la cual el Gobierno “no está dando dinero a la prensa y eso genera un rechazo”; o aquella otra sobre el supuesto hecho de que en “el Perú existe libertad y libertinaje de prensa”, por lo que los “difamadores profesionales no tienen derecho a exigir entrevistas”. Como se recuerda, tales expresiones merecieron en su momento el rechazo del Consejo de la Prensa Peruana y otras instituciones dedicadas a salvaguardar el libre ejercicio de la actividad informativa, esperanzadas quizás en que la advertencia propiciase un cambio de actitud de parte del ministro.

Pues bien, nada más al empezar el nuevo año, el responsable de la cartera de Justicia ha dejado en claro que esta personalísima guerra en la que se encuentra empeñado continúa. Así, tras admitir que la actual administración ha cometido errores y que la “falta de comunicación con ciertos medios” podría ser uno de ellos… ha agregado que tales medios “no quieren informar”, sino más bien tenderle “una emboscada al presidente Castillo, para desvirtuar cualquier palabra que diga”. Una fórmula en la que borró con la mano izquierda la autocrítica que había escrito momento antes con la derecha.

Total, ¿en qué quedamos? ¿Hay o no hay error de parte del mandatario al negarse a responder a la prensa? Y, por otro lado, si él simplemente no habla, ¿cómo podría alguien “desvirtuar” sus palabras? Por último, además, si hubiese existido de parte de ciertos periodistas un comportamiento como el descrito, ¿no tendría que haber sido más explícita y directa la acusación?

Nada de eso, sin embargo, parece estorbar el afán del funcionario que nos ocupa por hostigar a la prensa crítica al Gobierno y lo más probable es que, mientras conserve el fajín, debamos acostumbrarnos a comentar periódicamente en estas páginas ‘la última’ del ministro Torres.