Hace unos días se dio a conocer una nueva denuncia en el Caso López Meneses. Según el congresista Juan Díaz Dios, presidente de la comisión investigadora, el general Luis Praeli habría sido nombrado este año asesor del Estado Mayor y habría visto duplicada su bonificación por desempeño.
Recordemos que Praeli, jefe de la VII Región Policial cuando estalló el escándalo, ha sido sindicado por haber avalado la vigilancia a la casa de Óscar López Meneses y fue incluido por la fiscalía anticorrupción en el proceso penal de este caso. Según Díaz Dios, además, el director de la PNP, Jorge Flores Goicochea, aseguró que él es el responsable directo de la protección a López Meneses. Esto, sin embargo, no fue óbice para su ascenso ni para su aumento de sueldo, incluso a pesar de que, según ha denunciado el congresista, el ministro Daniel Urresti ha sostenido que Praeli estaba en un escritorio sin hacer nada.
El general no sería, por lo demás, la única persona que se vio de una manera u otra relacionada con el caso y que habría sido beneficiada por el gobierno luego de que estalló el escándalo. Allí está José Cueto, ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, señalado por varios implicados como la persona que pidió el resguardo para la casa del ex operador montesinista, quien fue designado integrante de la delegación permanente del Perú ante la OEA en Washington. También está Wilfredo Pedraza, ministro del Interior en esa época, quien, pese a haber tenido que renunciar por el escándalo, fue luego nombrado asesor presidencial. Y está asimismo Adrián Villafuerte, ex asesor principal de seguridad de Humala, quien renunció a su cargo y, según algunas versiones, habría terminado recibiendo un puesto en la Dirección Nacional de Inteligencia.
Lo cierto es que podría ser el caso de que algunos de estos señores mereciesen cierto tipo de promoción o que no tuviesen responsabilidad alguna en el Caso López Meneses. Pero nos llama poderosamente la atención que hasta ahora no se hayan encontrado responsables y, por el contrario, los aparentemente involucrados hayan sido premiados de alguna forma por el gobierno.
A estos sospechosos hechos se suma la actitud que ha tenido el oficialismo durante todos estos meses en lo que toca al esclarecimiento de este escándalo. Nos referimos, por ejemplo, a la serie de trabas que le ha puesto a la comisión del Congreso dedicada a investigar el caso. Recordemos el inicial intento del nacionalismo de evitar formar una comisión independiente, sugiriendo en cambio que se ventilase en alguna de las dos comisiones ya existentes que eran, coincidentemente, presididas por Gana Perú. Otra traba fue su propuesta de iniciar las investigaciones en 1990, como para imposibilitar que los recientes hechos salieran a la luz. Y al controvertido encuentro, secreto hasta para los miembros de la propia comisión, entre el entonces presidente de dicho grupo, Víctor Andrés García Belaunde, y el mandatario Humala. Tampoco podemos dejar de mencionar la falta de recursos que en un primer momento denunció la comisión, que aseguró que el oficialismo no le facilitó ni siquiera computadoras o sillas. Y cómo olvidar las continuas negativas del presidente Humala a reunirse con la comisión para aclarar el asunto.
No se puede, además, pasar por alto lo extraño que resulta que, como ha denunciado la comisión investigadora, algunos vehículos de la División de Seguridad Presidencial –que supuestamente cuidaban al hijo de los Humala que estudia en un nido colindante a la casa de López Meneses– hayan permanecido estacionados en esa calle en horas en las que el hijo del presidente no estaba en clases. Como denunció Cecilia Valenzuela, además, no es posible que la seguridad presidencial no haya dado alarma de que a pocos metros del nido hubiesen ocho vehículos de la PNP, pero sí haya dado cuenta en octubre del año pasado del ingreso de personas vestidas de negro a una casa cercana.
Las dudas en torno a este caso son, en fin, enormes. Y las principales interrogantes –quién ordenó la protección a López Meneses y qué se protegía en la casa– parecen muy lejos de estar resueltas.