Ayer, a las 7:41 a.m., el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional informó que trece unidades de bomberos respondían a un incendio registrado en el cruce de las avenidas Mariano Pastor Sevilla y Villa del Mar en Villa El Salvador. Según se sabe, un camión que transportaba gas líquido habría quedado dañado por un desnivel en la pista en la que transitaba, liberando una nube de sus contenidos que se extendió por toda la cuadra e ingresó a algunas viviendas. La tragedia se consumó cuando el combustible empezó a arder.
Además de las 20 viviendas afectadas, las autoridades confirmaron la muerte de tres personas y la existencia de más de 50 heridos. Aproximadamente 80 voluntarios del Cuerpo General de Bomberos respondieron a la crisis y lograron controlar las llamas.
Por el momento, todo parece indicar que varias negligencias se alinearon para propiciar este accidente. Por un lado, se sabe que el vehículo involucrado ya había sufrido una fuga similar en octubre del 2018 y que, a pesar de ello, tenía autorización del Osinergmin para operar. Asimismo, el conductor del camión tiene en su haber un historial de 83 infracciones de tránsito y de transporte. Además, la pista de la calle en la que ocurrieron los hechos se encuentra en mal estado, por lo que hacen falta serias explicaciones de la municipalidad. Todo ello debe ser ponderado por quienes tendrán que sancionar a los responsables.
No obstante, lo sucedido también debe llevarnos a reflexionar sobre la importancia de tener servicios públicos a la altura de circunstancias como esta: capaces de reaccionar de manera efectiva ante los hechos y de atender de manera diligente a los afectados. Ante los sucesos de ayer, se actuó de manera acertada y rápida, pero ello no siempre ocurre de esta manera.
Así como no es un secreto que accidentes como el registrado en Villa El Salvador pueden darse en cualquier parte del país, tampoco lo es que la capacidad de respuesta de nuestras autoridades varía dramáticamente dependiendo de dónde se desarrollen, y esto tiene que ver con la calidad de los establecimientos de salud disponibles en todo el territorio nacional. En ese sentido, basta con echar un vistazo a los resultados del operativo Por una Salud de Calidad 2019 llevado a cabo por la Contraloría General de la República. Según reportaron, por ejemplo, una de las principales deficiencias de los hospitales visitados es que el 52% no cuenta con un código de alarma de emergencia para los pacientes con prioridad I (riesgo inminente de muerte), lo que puede recortar seriamente su capacidad de reacción en casos de crisis.
A esto se le añade que, como informó este Diario el lunes a partir de cifras del propio Ministerio de Salud, el 55% de los locales públicos del primer nivel de atención (postas y centros de salud del Minsa, Essalud y las Fuerzas Armadas) se encuentran en condiciones precarias o cuentan con equipamiento obsoleto e insuficiente. Un porcentaje que se hace más grande cuando pone el foco en regiones específicas, alcanzando el 75% en Apurímac y disparándose al 100% en Madre de Dios.
Una discusión aparte es la que involucra a los encargados de lidiar in situ con trances como el que nos ocupa: los bomberos. Ellos, incluso en nuestra capital, se ven obligados a ejercer sus responsabilidades en circunstancias meridianamente oprobiosas, en muchos casos teniendo que poner en riesgo sus propias vidas. Como informamos en agosto del 2019, por ejemplo, en Lima casi la mitad (48%) de las unidades de emergencia que deberían estar a disposición de los hombres de rojo se encuentran fuera de servicio, con 151 vehículos en talleres o abandonados en los cuarteles. A esto se le añaden las pobres condiciones del equipamiento que tienen a la mano, con algunos voluntarios utilizando botas de jardinería, trajes viejos y respiradores mal mantenidos.
En suma, después de las llamas y sin superar el pesar por las vidas apagadas y las personas que quedaron heridas, es importante que no perdamos de vista nuestros puntos débiles. Lo ocurrido ayer puede pasar en cualquier parte del país y las emergencias, de todo tipo, no esperarán a que estemos preparados para dominarlas. Nuestras autoridades harían bien en no perder esto de vista.