Editorial El Comercio

El se desborda en el país. Los datos no dejan espacio para la duda. Ayer, en conferencia de prensa, la titular de Salud, , comunicó que, en lo que va del 2023, se han registrado . Esto ya es más que los 68.290 casos que se contabilizaron en todo el 2017, el año en el que se había dado de la enfermedad hasta ahora.

Ayer también la ministra Gutiérrez comunicó que el Gobierno había decidido aumentar la lista de regiones declaradas en emergencia por esta situación, de 13 a 20, incluyendo en la nómina a , lugares que tradicionalmente no han sido foco de esta enfermedad, pero que, en lo que va del año, ya suman más de 5.000 casos. El drama mayor, sin embargo, se encuentra , una región en la que se han registrado más de 20.000 casos y que viene dejando postales como la del hospital de Santa Rosa, donde en los últimos días se han grabado videos de pacientes hacinados, sin camas y sin el personal necesario que traen a la memoria los peores momentos de la pandemia.

La situación llega además cuando nuestro sistema de salud recién está recuperándose de los estragos causados por el , que desnudó las falencias que esta arrastra con hospitales que se caen a pedazos, otros que no se dan abasto para albergar a todos los enfermos, sin medicinas, sin equipos adecuados y con serias limitaciones para gestionar un alza sostenida de los contagios de alguna enfermedad, tal y como ha ocurrido aquí.

¿Qué explica esta oleada de contagios por dengue? Para los expertos, la respuesta se encuentra en el y de , principalmente en las ciudades costeras, debido a fenómenos climáticos como el o la presencia durante los primeros meses del año, lo que ha desembocado en una proliferación del mosquito que transmite el virus mediante su picadura. Sin embargo, como ha apuntado el decano del Colegio de Médicos del Perú, Raúl Urquizo, tampoco se puede sacar de la ecuación la falta de prevención de las autoridades. No olvidemos que tanto el Gobierno Central, como los regionales y municipales, llevan menos de seis meses en sus cargos, lo que explica en parte la falta de acciones –como, por ejemplo, la realización de jornadas de fumigación– que habrían ayudado a evitar las cifras de espanto que estamos viendo hoy en día.

La circunstancia, por supuesto, demanda que el Ejecutivo trabaje estrechamente con los gobernadores regionales y alcaldes de las localidades más afectadas para reforzar la atención de los pacientes, asegurarse de que ninguno de ellos sufra un mal diagnóstico –un problema que parece explicar por dengue– y hacer un seguimiento de los casos más graves que podrían requerir hospitalización. También resulta crucial desplegar campañas de comunicación para instar a la ciudadanía a colaborar con las autoridades; por ejemplo, dejando ingresar a sus viviendas a las brigadas de fumigación para que estas puedan cumplir con sus labores, lavando y cubriendo adecuadamente los envases en los que acumulan agua (que se convierten en reservorios de las larvas de los zancudos que transmiten el dengue), o limpiando los lugares en los que el agua de las lluvias suele empozarse (como los techos de las viviendas).

Los ciudadanos, por otro lado, tenemos el deber de apoyar las disposiciones de las autoridades y de acudir a un centro de salud ante la aparición de del dengue –como fiebres y dolores musculares y de cabeza– que suelen confundirse fácilmente con los de otras enfermedades y que, por lo mismo, llevan a muchos a no prestarles atención sino hasta que ya es tarde.

En pleno 2023 el dengue no debería cobrarse la vida de ningún peruano. Que este año haya matado a más de 70 y que tenga en jaque a varias ciudades del país es un drama que debería movernos a la acción a todos. Estamos perdiendo esta batalla.

Editorial de El Comercio

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