Las invitaciones a la presentación del “Plan Perú bicentenario” cursadas en las redes por el secretario general político del Apra, Jorge del Castillo, se referían a ese documento como el “Plan de gobierno del Partido Aprista Peruano”, así que todos los esfuerzos por negar que lo fuera son vanos.
Como se sabe, sometido al examen de un software especializado, el texto reveló que contenía plagios directos y paráfrasis de fuentes que iban desde la exposición de objetivos de una dependencia del Ministerio de Cultura hasta el plan de la gran transformación (que Gana Perú elucubró para la campaña del 2011), pasando por el Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia 2014-2018 del Gobierno Mexicano. Y, ante el escarnio público, diversas voces partidarias trataron de reducirlo a la condición de ‘borrador’ o producto no autorizado por las instancias dirigenciales del partido.
Todo eso, sin embargo, fue desmentido rápidamente por la aparición de la Directiva Nacional 01-2015, en la que la Dirección Nacional de Política del PAP disponía oficialmente la elaboración del plan, y que llevaba, entre otras, la firma del mismísimo Alan García, presidente del partido. Nadie, además, organiza una ceremonia a la que invita a la prensa y al público para presentar un borrador.
El ex mandatario, por otra parte, no demoró en admitir que aquello había sido “un autogol”. Y la circunstancia de que este martes se haya relevado, a través de un comunicado, a Jorge del Castillo y la comisión que él encabezaba de la responsabilidad que tenían (para dejarlo todo en manos de García y las personas que él designe) es el reconocimiento implícito de que aquello fue un papelón de grandes proporciones.
El problema para el Apra, no obstante, no se agota en la vergüenza que se deriva de los plagios y el intento de negarlos o minimizarlos. Existe también en lo ocurrido una dimensión tanto o más negativa, que hasta ahora no ha sido claramente señalada y que tiene que ver con lo que la desidia de introducir plagios en un plan de gobierno revela a propósito de la importancia que se le concede en un partido político a un documento de esa naturaleza.
En el mundo ideal del que los candidatos a la presidencia y las organizaciones políticas que los respaldan quieren persuadirnos, el afán de llegar al poder no tiene que ver con el poder mismo, sino con la posibilidad de sacar adelante una visión del país y unos proyectos que están expresados, precisamente, en los planes de gobierno. Hasta los individuos que postulan al cargo, se diría, son un accidente inevitable en el esfuerzo por plasmar las ilusiones que todo un grupo de compatriotas comparte.
Pero si de pronto descubrimos que esa visión del país se ha fraguado de un modo tan desmañado, tijereteando lo que otros han dicho antes y pegándolo en el plan de gobierno sin siquiera colocar las comillas de rigor, con la aparente esperanza de que nadie se dé cuenta; y, para colmo de males, los dirigentes que avalan el trabajo de los militantes de menor rango en efecto no lo detectan, ¿qué debemos pensar?
Pues, evidentemente, que la elaboración del plan de gobierno es vista por quien así procede como un trámite antipático, más o menos como el de la recolección de firmas, con el que hay que cumplir para acceder a lo que realmente importa. Esto es, el poder por el poder. Y, siempre dentro de esa lógica perversa, si en la recolección de firmas se puede apurar el paso con ciertos recursos vedados, ¿por qué en la elaboración de ese enojoso documento no? Plagiar, después de todo, es también una forma de falsificar.
Este menosprecio por los planes de gobierno no es, por supuesto, patrimonio exclusivo del Apra. Lo comparten todas las organizaciones que dicen y se desdicen sobre lo que harían de llegar al poder de acuerdo con los vaivenes de las encuestas o manifestaciones en las calles. Pero es ese partido el que ha sido captado esta vez con las manos en la fotocopiadora; y, por lo tanto, le urge más que a cualquier otro cambiar ahora esa imagen con un planteamiento más serio y explicativo que este plan ya desestimado o que la inconexa ‘lista de lavandería’ que anunció su candidato en el estadio Chamochumbi al lanzarse a la carrera electoral. Habrá que estar atentos.