(Foto: El Comercio)
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Editorial El Comercio

El Perú de hoy es un país que aspira a competir en las ligas globales. Sea en una cancha de fútbol, en las estadísticas mundiales de superación de la pobreza, o en la colonización de paladares extranjeros, el Perú –aunque rezagado en varios campos– intenta posicionarse cada vez más en el escenario global. Los empeños para ingresar a la OCDE, para recibir inversión extranjera, para insertarse en cadenas de valor internacionales, entre otros, forman parte de este empuje.

En este esfuerzo, adecuar la producción nacional a los estándares globales resulta cada vez más una necesidad. Por ejemplo, hace unas semanas, el ministro de la Producción, Raúl Pérez-Reyes, informó que su cartera trabajaba para que el país pueda cumplir con un nuevo estándar de la Unión Europea respecto de límites máximos de cadmio para los productos derivados del cacao, como el chocolate o el cacao en polvo. Según el ministerio, el nivel de cadmio sería elevado en la sierra de Piura y en algunas zonas específicas de la región San Martín, y se estarían llevando a cabo estudios para evitar que el metal sea absorbido por la raíz de la cosecha.

Este caso es solo una de las docenas de trabas que enfrenta la capacidad exportadora del país en productos no tradicionales. Problemas sanitarios impidieron hace poco la entrada de conchas de abanico del norte del país al mercado europeo, en tanto que productos como el mango, pimiento, cítricos y paltas luchan por ingresar a mercados del Asia, Norteamérica y Europa. Los tratados de libre comercio firmados por el Perú garantizan en muchos casos la exoneración de aranceles a productos nacionales, pero estos son aún sujetos a revisiones y vetos sanitarios por las instituciones equivalentes al Senasa en los mercados de destino. El caso de la palta en China es ejemplar: luego de la firma de los protocolos fitosanitarios en el 2015, las exportaciones a este país pasaron de poco más de US$100.000 ese año a casi US$5 millones en el 2016. El TLC con China entró en vigor en el 2010.

Resolver estas limitaciones depende en parte del Gobierno y su capacidad para empujar la obtención de protocolos en países de destino, pero también del sector privado y sus competencias para ofrecer productos estandarizados, de alta calidad, y con las características generales que el mercado internacional hoy exige.

Por supuesto, para mantener el ritmo de expansión actual (se espera que este año las exportaciones no tradicionales crezcan en 18%, después de aumentar en 11% en el 2017), se requiere más que protocolos sanitarios. Exportaciones manufactureras, agrícolas, pecuarias y demás enfrentan sobrecostos que restan competitividad. Según Comex, los exportadores pagan un exceso de, por lo menos, US$300 por contenedor en el Perú. Problemas logísticos, de infraestructura, y de regulación institucional hacen más caro y complejo colocar nuestros productos en el exterior.

Buena parte de las exportaciones no tradicionales, sobre todo las agropecuarias, constituyen además un medio para escapar de la pobreza y la informalidad en las áreas en las que se desarrollan. No son solo los productivos valles de la costa, como Ica, los que ofrecen esta oportunidad, sino también –y cada vez más– los cultivos del interior, como el café y el cacao.

Parte fundamental de la estrategia de crecimiento del Perú de las últimas décadas ha sido su integración comercial con el resto del mundo. Los TLC, sin embargo, son solo la primera parte de la tarea. Aprovecharlos al máximo es lo pendiente.