La postulante presidencial y congresista del Frente Amplio (FA), Verónika Mendoza, no es nueva en política. Ella llegó a la curul que hoy ocupa como candidata de Gana Perú y aun antes desempeñó en el Partido Nacionalista funciones importantes, como la de coordinadora de los comités de apoyo internacional, cargo similar al que ocupaba en la ONG Prodin vinculada a Nadine Heredia. Por otra parte, según testimonios de antiguos representantes del humalismo, como David Quintana o William Chávez, fue además una colaboradora cercana de Nadine Heredia a partir del 2007, acompañándola a reuniones y tomando nota de lo que allí se decía.
Es público, por supuesto, que en junio del 2012 renunció al partido y la bancada oficialistas por severos desacuerdos con el gobierno, pero eso no la exime de responder por el rol que jugó durante todos esos años en el nacionalismo. Como otros aspirantes presidenciales, la señora Mendoza tiene una mochila y, en aras de la transparencia que reclama en sus competidores, tendría que estar dispuesta a mostrar su contenido y permitir su revisión. Y sin embargo, a propósito de la sospecha que hoy existe sobre cierta anotación en una de las agendas de la señora Heredia que podría ser suya, esa no parece ser su actitud.
Como se recuerda, en octubre del año pasado, la actual candidata del FA fue citada a una sesión de la Comisión de Fiscalización del Congreso y negó allí tener relación alguna con las controversiales libretas y lo que estaba escrito en ellas. Pero ahora, a raíz de una investigación de la periodista Cecilia Valenzuela, el tema ha cobrado un giro inquietante.
A la luz de los testimonios de Quintana y Chávez, y tras comprobar que el registro de migraciones de la señora Mendoza indicaba dos viajes a Venezuela en el 2007 (cuando era cercana a Nadine Heredia), Valenzuela hizo revisar la agenda que correspondía a ese año (la que lleva en la portada la inscripción “Solo para mujeres”), en busca de un trazo distinto al de la actual primera dama. Y lo encontró. Se trata de un apunte sobre un número de cuenta en un banco local, en la que el Partido Nacionalista podría haber recibido un dinero que es materia de investigación.
La periodista solicitó entonces al perito grafotécnico Andrés Begazo que comparase esa anotación con una firma de la señora Mendoza en un documento del Congreso y este concluyó que las dos escrituras correspondían a la misma persona. Una identificación desde luego incómoda para ella, pero que, de ser errada, podría ser sumariamente descartada con algo tan sencillo como un examen grafotécnico voluntario.
Ante la sola propuesta de que lo haga, sin embargo, la candidata del FA ha respondido ásperamente. “¿Por el chantaje de una pseudodenuncia que no tiene asidero? Yo, a estas alturas, no me voy a someter”, dijo primero el domingo pasado. Y un día después, tras haber sopesado quizás los costos de una negativa tan tajante, señaló que lo haría solo si el Ministerio Público se lo demandase.
¿Suena conocido? Pues la verdad es que sí, pues su respuesta se parece mucho a la que dio la señora Heredia cuando la investigación sobre las agendas recién empezaba y se le propuso algo semejante. “Eso no lo va a determinar ni usted ni yo”, le dijo entonces a la periodista que se lo planteó. “Eso lo va a determinar una investigación. Usted no me va a presionar a decir: sí, ahorita voy corriendito”, sentenció irritada... Y todos sabemos las correrías en las que está ahora.
¿No haría bien, en consecuencia, la postulante del FA en pasar motu proprio por la prueba cuanto antes y mostrar que su mochila está ligera? Porque, a fuerza de indignación, las dudas no se disipan.