La revelación que hizo hace dos días este Diario sobre el viaje de seis representantes de Fuerza Popular a Puno, financiado con dinero del Congreso a pesar de que sirvió para participar en una actividad proselitista, ha provocado dos reacciones que causan estupor.
Por un lado, los legisladores involucrados –Juan José Díaz Dios, Rolando Reátegui, Alejandro Aguinaga, Freddy Sarmiento, Ángel Neyra y Francisco Ccama– han tratado de persuadir a la opinión pública de que la excursión tuvo por propósito fundamental cumplir con determinadas gestiones asociadas a sus funciones de representación, y solo por azar coincidió con el mitin que por esos días encabezó Keiko Fujimori en la referida ciudad para celebrar el quinto aniversario de su partido. Y por otro, los integrantes de la Comisión de Ética votaron en su mayoría por el archivamiento del pedido de su presidente, Humberto Lay, para investigar el episodio, arguyendo razones semejantes.
Existen, sin embargo, múltiples consideraciones relacionadas con el viaje en cuestión que desbaratan la tesis de las motivaciones esencialmente representativas del mismo; y las actitudes posteriores de quienes la postularon en principio lo confirman.
Visitas de científicos, reuniones con diversas autoridades para discutir sobre la contaminación de los ríos y asuntos sobre paneles solares han sido mencionados, por ejemplo, por algunos de los viajeros para explicar la necesidad que tenían de desplazarse a Puno. Y es probable que todas correspondan con la realidad. La pregunta, no obstante, es si esos cometidos fueron lo central o lo accesorio en la expedición.
¿Debemos creer que una singular alineación planetaria puso en el camino de los seis congresistas fujimoristas razones impostergables para llegar a la ciudad altiplánica justo cuando su lideresa se disponía a presidir un mitin tan importante, o debemos maliciar, más bien, que esas razones se buscaron y se hicieron coincidir con la fecha del evento (sobre todo si consideramos que –como se consigna en esta edición de El Comercio– ya en otras oportunidades se han producido migraciones grupales solventadas por el Congreso a otras provincias en coincidencia con mítines por idéntico motivo)?
La circunstancia de que otros diez congresistas fujimoristas viajaran también a Puno en esos días pero con sus propios recursos habla de la importancia política que el acontecimiento revestía para todos los miembros de la bancada de Fuerza Popular e indica también que la idea de que la actividad debía financiarse con fondos propios no es una extravagancia que de pronto se le ha ocurrido a la gente, sino que estuvo presente desde un inicio.
En ese sentido, resulta particularmente patética la forma en que, tras una llamada de atención de la propia Keiko Fujimori (“es inaceptable que tratándose de un evento netamente partidario, y desconociendo lo antes conversado, esta situación se haya dado”, les ha dicho en una carta), los parlamentarios que pagaron sus pasajes con dinero del Congreso anuncien ahora que lo van a devolver, pero no porque hayan incurrido en una acción reñida con la ética, sino –para decirlo con las palabras del legislador Juan José Díaz Dios– “como un gesto” y para evitar las “suspicacias y malestar” que se han generado. Como suele ocurrir en la política escrita con minúsculas, se niega de palabra lo que se acaba de aceptar con los hechos.
No ha sido mejor, por otro lado, la actitud de la mayoría de los integrantes de la Comisión de Ética, que el lunes aprobaron el archivamiento del pedido de investigar el caso. Nos referimos concretamente a los parlamentarios Mauricio Mulder, Martín Belaunde Moreyra y Mesías Guevara; aunque a Daniel Mora, vicepresidente de la comisión, la abstención no lo dejó tampoco en una posición muy loable.
Los argumentos ensayados por ellos para entender la representación congresal en un sentido lo suficientemente amplio como para justificar el viaje proselitista de sus colegas financiado por el Legislativo hace pensar, lamentablemente, en la posibilidad de que estemos ante una nueva faceta del otoronguismo. Una especie de quid pro quo en lo que a observarse –o más bien dejar de observarse– mutuamente este tipo de actividades solventadas con dinero público se refiere.
El pedido de Mesías Guevara para reconsiderar la votación en la que él mismo participó el lunes, por lo demás, es casi una confesión de parte al respecto.