Esta semana, el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef) anunció un nuevo intento por infiltrarse en el sistema democrático y participar en los procesos electorales que se celebran en el país. Y decimos ‘nuevo’ porque, como se recordará, la organización de raigambre senderista trató ya de lograr su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) tres años atrás. Pero en aquella ocasión, razones formales y sobre todo cuestiones de principio, relacionadas con su entraña antidemocrática, bloquearon ese afán. Y la verdad es que tendrían que hacerlo también esta vez.
Sin embargo, imaginando quizá que una fachada distinta hará pensar que el contenido ha cambiado, el Movadef ha optado en esta oportunidad por presentarse al interior de una coalición: el Frente por la Unidad y Defensa del Pueblo Peruano (Fudepp), uno de cuyos propósitos declarados es lograr “la amnistía para los condenados por los conflictos internos”. Como se sabe, este es un eufemismo para referirse a los terroristas que se encuentran purgando cárcel por los crímenes que cometieron en las décadas del 80 y 90, Abimael Guzmán incluido.
Entre los socios que les permiten ensayar este nuevo ‘look’ a los viejos senderistas están Patria para Todos, el Partido Etnocacerista Runamasi Perú Siglo XXI y el Partido Político Tierra Verde: un cóctel que comprende a ex nacionalistas tributarios del chavismo, a seguidores de Antauro Humala y a prosélitos del ciudadano que se hace llamar Atoq Quntur Qanqui Huamani y afirma ser una “mutación del Inca Atahualpa, de Juan Santos Atahualpa y de José Gabriel Condorcanqui”.
Por estrafalarios o relacionados con la delincuencia por mérito propio que sean, no obstante, ninguno de esos condimentos debe distraernos del ingrediente central de la intragable pitanza política que tenemos delante. A saber, la renovada intentona de los secuaces de Guzmán de introducirse en un sistema que no solo repudian, sino que también quieren destruir.
Desde una perspectiva ideológica, además, esa organización nunca ha ocultado su adhesión al “pensamiento Gonzalo”. Referencias a esta circunstancia aparecen tanto en el ideario que presentaron junto a su anterior solicitud de inscripción ante el JNE, como en el estatuto y el acta de fundación del movimiento. En esta última, que fue aprobada por unanimidad el 20 de noviembre del 2009, se dice, por ejemplo, que el Movadef “se guía (…) por el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo”. Y ‘Gonzalo’, como se sabe, es el alias ‘revolucionario’ de Abimael Guzmán.
Por otro lado, conviene recordar lo expresado en el primer congreso del Partido Comunista del Perú (nombre oficial de Sendero Luminoso) en 1988: “Los marxistas-leninistas-maoístas, pensamiento Gonzalo nos reafirmamos en la violencia revolucionaria como ley universal para tomar el poder y en que es medular para sustituir una clase por otra”. Semejante declaración debería excusarnos de abundar en argumentos sobre lo improcedente de la pretensión que comentamos. A pesar de ello, nos parece primordial subrayar el conflicto que esta plantea con respecto a los cimientos de la democracia.
La democracia, como sistema, se sostiene en un supuesto material: los derechos fundamentales. La idea de que una mayoría decida sobre el destino de una comunidad obedece al propósito de no dar a la libertad de ninguno de sus integrantes un peso superior a la del resto. Ese es el principio que origina los procesos y los mecanismos de la democracia, por lo que estos no pueden atentar contra ella sin pervertirse en el camino. Ninguna mayoría puede, por poner un caso, decretar que una persona sea esclavizada. O desterrada. O entregada en matrimonio a otra. La mera suma de votos no puede consagrar un atropello de los derechos inalienables de todo individuo.
Por la misma razón, una organización marxista-leninista-maoísta que quiere explorar la vía electoral al haber fracasado en su intento violento de llegar al poder no puede ser acogida en la democracia. Si su intención última es imponer un sistema totalitario, el empeño por ser incorporada a sus filas, ya sea como movimiento o como integrante de un frente, no es otra cosa que un atentado contra ella. Y de eso ya hemos tenido bastante mientras los sangrientos inspiradores del Movadef estaban libres. El enemigo no puede ser hospedado en el corazón del sistema que quiere traerse abajo y las autoridades que tienen en sus manos la facultad de evitarlo por segunda vez deben tenerlo claro.