Editorial: La sombra de Nadine
Editorial: La sombra de Nadine

La actual candidata del Frente Amplio (FA) fue por el año 2007 una colaboradora muy cercana de Nadine Heredia. Como una sombra, la acompañaba –según varios testigos– a reuniones aquí y en el extranjero y tomaba nota de lo que se conversaba y decidía en ellas. Fue por eso que, en el contexto de las investigaciones sobre las famosas agendas de la señora Heredia, surgió la interrogante de si ella no habría escrito en sus páginas.

Como se sabe, la relevancia de ese dato derivaba del hecho de que en esas libretas se consigna información sobre dineros que tendrían origen oscuro y que habrían ido a parar a las arcas del nacionalismo (con serios indicios de que buena parte de ellos provenía del gobierno chavista). Naturalmente, resultaba fundamental saber si una aspirante presidencial como ella podía haber sido funcional a alguna operación ilegal, éticamente reprobable o políticamente comprometedora. Sin embargo, cuando la prensa le preguntó si tal cosa podía haber sucedido, la señora Mendoza fue enfática en negarlo. 

“Mienten. Mienten los que dicen que yo escribía en las agendas… Lo rechazo categóricamente”, señaló el 26 de agosto pasado. Y el 21 de octubre, casi dos meses más tarde, cuando acudió a la Comisión de Fiscalización del Congreso a declarar sobre la materia, fue igualmente explícita. “No tuve absolutamente nada que ver ni con cuentas, ni con agendas del Partido Nacionalista, ni de su actual presidenta [Nadine Heredia] y es lo que ratifico en este momento ante esta comisión”, sentenció en aquella oportunidad. Para luego añadir: “Jamás realicé anotación alguna en una agenda que no fuera la mía”.

No obstante, hace algunas semanas, una investigación de Cecilia Valenzuela reveló que en la agenda “Solo para mujeres”, que data precisamente del 2007 (el mismo año en que Verónika Mendoza viajó dos veces a Venezuela junto con Nadine Heredia), existía una anotación sobre un número de cuenta de un banco local –en la que el partido humalista recibió fondos provenientes del extranjero– que había sido hecha con una letra que no era la de la señora Heredia. En opinión de tres peritos grafotécnicos (incluyendo uno consultado por este Diario), la letra tenía un parecido notable con la de Verónika Mendoza. 

Ante ello, la candidata insistió en su contundente negativa y el 19 de marzo escribió en su cuenta de Facebook: “Que quede claro: yo no ando escribiendo en agendas ajenas”. Aunque, en gesto elocuente, rechazó la posibilidad de someterse a un examen grafológico ‘motu proprio’ para descartarlo y, ante la insistencia de los medios, dijo que solo se sometería a una prueba solicitada por el Ministerio Público. 

Luego diría desde Ica: “No tuve absolutamente nada que ver con el tema de cuentas, de agendas, del Partido Nacionalista”. Todo esto no era más que otro caso de la “guerra sucia”: “Cada vez que subimos en las encuestas nos vienen con una nueva denuncia”.

Las negaciones, en fin, se multiplicaron (los anteriores son solo algunos ejemplos ) y sonaban muy convincentes por la auténtica indignación con que parecían hechas. El panorama, sin embargo, continuó complicándose para la candidata. En los días siguientes, el ex embajador del Perú en Venezuela Luis Raygada mostró un correo electrónico suyo del 2007, en el que ella consignaba el mismo número de cuenta que aparece en la anotación de la agenda que se le atribuye. Correo que, para empezar, desmentía su afirmación de que ella nada había tenido que ver con las cuentas del partido. 

También salió a la luz un extraño mensaje que, siempre en el 2007, había sido enviado desde la misma dirección de correo electrónico pidiendo declarar aportes que, según denunció al diario “La República” el ex coordinador del partido de los Humala en Estados Unidos, eran falsos (“La República” publicó el texto completo del correo en su versión impresa del 18 de octubre del 2015).

En medio de ese agobio, cuando los indicios parecían multiplicarse, la candidata aprovechó una indulgente entrevista publicada anteayer por el semanario “Hildebrandt en sus trece”, para cambiar su versión del “lo rechazo categóricamente” al “no lo niego categóricamente”. 

El giro del rechazo categórico al no-rechazo-categórico vino envuelto por una serie de afirmaciones justificantes: que el evento en cuestión sucedió hace casi diez años, que ella en su cabeza no tiene ningún recuerdo de haber hecho ningún apunte en ninguna agenda, que tal vez “como hecho aislado” lo pudo haber hecho. Pero vino. 

“Es algo tan banal, que no lo niego; podría haberse dado”.

De banal, sin embargo, nada. ¿A qué vino sino tanta negativa indignada, tanto deslinde categórico? 

Si es que esta historia suena familiar, no es por coincidencia. Lo más sintomático de todo es que la candidata está repitiendo exactamente un libreto que ya vimos antes y que pasó de la negación más cerrada a aquel célebre “la verdad es mi letra”.

Hubo un tiempo en que Verónika Mendoza fue la sombra de Nadine Heredia; ahora, en cambio, la sombra de la primera dama se cierne sobre ella.