“Un factor que incidió negativamente sobre el PBI fue la baja capacidad de ejecución de la inversión pública”. (Foto: GEC).
“Un factor que incidió negativamente sobre el PBI fue la baja capacidad de ejecución de la inversión pública”. (Foto: GEC).
/ JULIO ANGULO DELGADO
Editorial El Comercio

A inicios del año pasado se esperaba ya un crecimiento económico mediocre durante el 2019. Sin embargo, el número final de expansión del PBI estuvo significativamente por debajo de las expectativas, incluso de las más pesimistas. De acuerdo con las cifras , la economía creció apenas 2,16% en el 2019, la tasa más baja desde el 2009, año de la crisis financiera global.

Como se sabe, el año pasado no hubo un hecho dramático e inesperado al que responsabilizar de los malos resultados. Sin crisis internacional de por medio, ni fenómeno de El Niño ni golpes fortuitos similares, hay poco espacio para atribuir el bajo crecimiento a factores fuera de nuestro control. Es verdad que el contexto internacional no fue especialmente favorable –con la al centro de la incertidumbre global y sus consecuencias sobre el precio de los minerales–, pero ello no justifica que la economía del Perú creciera, nuevamente, a una tasa por debajo de la expansión del PBI global.

La narrativa que soslaya los errores de navegación y pone el foco en las condiciones de la marea –asiduamente cultivada por la actual administración– impide corregir los traspiés de cara a este y los próximos años. Según se desprende de los datos del INEI y de la opinión de analistas consultados por este Diario, un factor que incidió negativamente sobre el PBI fue la baja capacidad de ejecución de la inversión pública. Ello, a su vez, ancló al sector construcción a un crecimiento casi nulo (1,51%). Si bien se esperaba un desempeño pobre en inversión pública de los gobiernos regionales y municipalidades –al ser el primer año de su gestión–, tal excusa no es extensible al Poder Ejecutivo y sus ministerios. Ni el ‘brexit’ ni los tuits del presidente estadounidense, Donald Trump, pueden usarse para ocultar, por ejemplo, el lento avance de la reconstrucción del norte o de la línea 2 del metro de Lima.

Otro factor que jaló hacia abajo el PBI del 2019 fue la actividad de los sectores primarios. En pesca, las condiciones climáticas y de la anchoveta que explican la caída de 25,8% no son pasibles de control por el gobierno. Pero la misma cómoda reflexión no aplica del todo al sector minero, que se redujo 0,8%. Los –pobremente gestionados– tuvieron un impacto negativo, pero lo más importante es la ausencia de nuevos proyectos mineros que puedan entrar cada año en operación. En ese sentido, el trato que recibió de parte del gobierno , en Arequipa, fue una muy mala señal para cualquier futuro emprendimiento en el sector.

Finalmente, no es menor la caída en expectativas registrada durante la última parte del año pasado, en buena cuenta debido al incierto panorama político. Lo preocupante de las expectativas de los inversionistas y consumidores no es tanto lo que ya pasó en el 2019, sino lo que significan para el movimiento económico del 2020. ¿Proyecta este gobierno una imagen de estabilidad y de defensa de reglas de juego claras? ¿Son creíbles las promesas de fortalecimiento de la competitividad a través de mejor infraestructura, educación, salud, etc. con este Gabinete Ministerial? ¿Qué mensaje transmite el carnaval político de las últimas elecciones congresales en vista de la campaña presidencial que comienza pronto? La economía del 2020 no se inicia con un panorama fácil, peor aún si no se hacen esfuerzos para, por lo menos, extraer lecciones del 2019 asumiendo la cuota de responsabilidad que corresponda.