El año que se inicia pasado mañana será, entre tantas cosas, uno electoral. Con más de 60 países convocando a casi la mitad de la población global a las urnas, el voto popular cambiará el mundo de los próximos años. Hay, sin embargo, un puñado de países cuyos comicios concentrarán la atención de todo el planeta.
El principal llegará en noviembre, cuando los Estados Unidos celebren unas elecciones que podrían significar el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Es muy difícil exagerar el impacto que un desenlace así tendría alrededor del globo. Su declarada simpatía hacia el líder ruso Vladimir Putin, por ejemplo, podría significar el fin de las ayudas militares de Washington a Ucrania. Como dijimos ayer, abandonar a los ucranianos a su suerte equivaldría a condenarlos a ser aplastados por las tropas rusas y, desde allí, las consecuencias para la democracia y la estabilidad mundial podrían ser imponderables.
Trump, por otra parte, podría volver a levantar barreras para el libre comercio y potenciar el proteccionismo, además de darles un espaldarazo a las posiciones nacionalistas en todo el planeta, y si ya su victoria en el 2016 exhibió los peligros de las ‘fake news’ en un proceso electoral, solo cabe imaginar lo que su campaña podría lograr con la inteligencia artificial y las ‘deep fakes’. Aquí vale la pena mencionar que su victoria podría ser facilitada por la presencia en la otra orilla de Joe Biden, un presidente con una gestión con poco que destacar y que deja dudas sobre si puede dirigir el país más importante por cuatro años más.
Por otro lado, en marzo, tanto Ucrania como Rusia deberían celebrar elecciones. Pero mientras esto parece inviable en el primero (un país invadido, bombardeado y ocupado en parte), en el segundo estas dejaron de ser un ejercicio democrático hace un buen rato y solo sirven para imbuir al oficialismo de una falsa legitimidad popular. Esto, sin embargo, no quiere decir que deban soslayarse, pues serán un termómetro para medir la resistencia que el mandatario ruso despierta entre la ciudadanía.
En lo que respecta a Asia, en enero los taiwaneses sufragarán y, dada la tensa situación en la isla, con una China que parece cada vez más decidida a aplastar cualquier incremento de la autonomía de Taiwán y con unos Estados Unidos más comprometidos con Taipéi, un resultado contrario a los intereses chinos podría prender la espita de otro conflicto que sería –por sus implicancias– peor que los que actualmente asolan Ucrania y Gaza.
Mientras que, en la región, tres son las convocatorias que no deberíamos perder de vista. La primera de ellas está programada para el 2 de junio y muy probablemente significará la llegada de la primera presidenta en la historia de México. Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez son las favoritas para suceder al populista Andrés Manuel López Obrador, un gobernante del que nunca nos olvidaremos por estas costas por su defensa desvergonzada del golpista Pedro Castillo.
En El Salvador es casi un hecho que Nayib Bukele logrará reelegirse, pese a que la legislación vigente se lo prohíbe, lo que encandilará a todos aquellos políticos que creen que en la lucha contra la inseguridad ciudadana vale saltarse las leyes, suspender derechos y asediar a la prensa. Pero la convocatoria electoral más importante en América Latina es la que debe celebrarse en Venezuela, cuya dictadura se ha visto forzada a sentarse a pactar algunas garantías de comicios limpios con Estados Unidos para aliviar su situación económica. Esto ha llevado a que, por primera vez en una década, la oposición tenga una oportunidad –mínima, pero real– de vencer al chavismo, lo que significaría el final no solo de una dictadura cruenta que ha asesinado, torturado, secuestrado y encerrado gente sin remilgos, sino de un proyecto político que solo sirvió para empobrecer la región y promover autoritarismos desde Ecuador hasta Argentina.
Quienes triunfen en estos procesos moldearán en buena cuenta el mundo de los próximos años y una prueba de ello lo veremos en el 2024 en foros internacionales como el APEC, que tendrá a nuestro país como su sede. Habrá que estar atentos, pues, a lo que las urnas nos depararán a partir de enero.