(Foto: El Comercio).
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Editorial El Comercio

El reciente revuelo desatado en los medios y en algunos ámbitos políticos en torno a la posibilidad de que la expresión “señora K” (surgida en la ya famosa comunicación entre el juez y Antonio Camayo que se difundió el pasado 10 de julio) fuera una forma de aludir al congresista no solo es absurdo. Supone, además, un maltrato al referido parlamentario de Fuerza Popular (FP), que se ha visto en el incómodo trance de tener que negar lo que no debería siquiera habérsele preguntado.

Han hecho bien en ese sentido sus compañeras de bancada Luz Salgado y Úrsula Letona al salir a defenderlo, haciendo notar que también la familia del legislador sufre las consecuencias del eco que se le está concediendo a tan antojadiza teoría. Una llamada de atención dirigida, para empezar, al propio juez Hinostroza (que, a pesar de sus posteriores intentos de negarlo, fue quien declaró originalmente: “La señora K no era ninguna dama, sino era el señor Miki Torres”), pero que alcanza también a otros representantes de FP, como Mario Mantilla o Milagros Salazar, quienes en su momento dejaron abierta la posibilidad de que la descabellada identificación tuviese algún asidero.

La conmoción provocada por toda esta situación, sin embargo, tiene un tercer efecto negativo que parece estar pasando desapercibido. A saber, que desplaza todo el foco de atención a la segunda de las reuniones entre el suspendido magistrado Hinostroza y la “señora K”, cuando la más importante de las dos fue la primera.

Lo que se discute en estos días, efectivamente, es si la segunda cita a la que alude Camayo en la ya mencionada conversación –[la señora] “quiere mañana a la 1 juntarse unos minutos con usted en mi casa”, le dice a Hinostroza– tuvo como protagonista al parlamentario Torres o a alguien distinto. Pero lo cierto es que, avanzado el diálogo, queda claro que había existido ya una cita previa, en la que el juez pudo ver con sus propios ojos a su interlocutora y en la que, por lo tanto, la confusión de personas no es postulable.

Cuando Hinostroza le pide a Camayo precisiones sobre la identidad de la señora que quiere entrevistarse con él, el empresario responde: “[la señora] K. La que usted fue a su casa, pues, y le dio, caramba… la de, la del, caramba… este… de la fuerza número uno” (sic). Y, un poco más adelante, el magistrado anuncia: “Sí, ya sé quién es. Ya sé, sí, sí. Yo le sugerí más bien, yo le sugerí que sea en tu casa”.

Es decir, da por sentado que se ha reunido en su casa con una señora K, de indudable sexo femenino, cuya identidad conoce perfectamente y a la que hasta le sugirió dónde podría celebrarse una próxima cita. Las preguntas gravitantes, entonces, son: quién era la “señora K” de esa reunión y cuáles fueron los motivos y los temas del encuentro. Si se produjo esa primera cita, todo lo que pudiera haberse conversado en la segunda sería por añadidura. Y es por eso que el foco de atención debe permanecer en la inicial; máxime ahora que un colaborador eficaz ha declarado que esta tuvo lugar y que en ella participaron la señora y el juez Hinostroza.

Es verdad que la lideresa de FP ha negado en repetidas oportunidades haber sido la protagonista de una reunión así, pero es también cierto que su versión ha sido sutilmente cambiante. Desde el “desconozco tal coordinación” [para la reunión] hasta el “nunca he estado en la casa del señor Camayo”, que en rigor solo descartan la segunda de las citas, hasta afirmaciones más tajantes, como “es falso que el doctor Hinostroza o algún juez me haya visitado en mi domicilio”. Pero pasando también por fórmulas como “nunca he tenido una reunión en privado con el señor Hinostroza” o “nunca he tenido una reunión a solas con Hinostroza o algún juez supremo”, en las que los giros ‘en privado’ y ‘a solas’ abren la posibilidad de que algún encuentro con alguien más presente en el lugar sí pudiera haberse producido.

La señora Fujimori ha afirmado hace poco que, ante una pregunta directa de un periodista, ella no está dispuesta a mentir. Habrá que ser, entonces, muy directos al plantearle la que toda esta situación suscita.