El presidente Martín Vizcarra subió 13 puntos porcentuales en comparación con el mes de julio. (Foto: GEC)
El presidente Martín Vizcarra subió 13 puntos porcentuales en comparación con el mes de julio. (Foto: GEC)
Enzo Defilippi

En el Perú, para estar informado hay que leer las noticias todos los días. Quien como yo dejó de hacerlo por dos semanas, corre el riesgo de que le tengan que explicar los temas que se debaten en los medios como si no viviese aquí. Desde la improvisada implementación del sistema de ‘pico y placa’ en Lima (esperemos que solo sea temporal porque no tiene sentido como solución permanente) hasta el adelanto de elecciones recientemente propuesto por el .

¿Nos conviene a los peruanos acortar un año el mandato del presidente y los congresistas? Yo creo que sí. La mejora en el nivel de vida de los peruanos requiere de un Ejecutivo capaz de gestionar el Estado y de generar consensos políticos mínimos para aprobar las reformas que nos permitan seguir avanzando. Lamentablemente, la administración Vizcarra carece de ambas capacidades. Muy pocas cosas se mueven hoy en el Estado y la probabilidad de que el Congreso apruebe reformas importantes propuestas por el Ejecutivo era ya prácticamente nula aun antes del 28 de julio.

La responsabilidad por el estancamiento es compartida. Se requieren dos para bailar tango y la mayoría apro-fujimorista en el Congreso nunca tuvo intención de colaborar con el Ejecutivo. Por otro lado, en materia económica, la actual gestión es la heredera directa de la gestión Kuczynski, que además de meterle un frenazo innecesario a la economía (del cual nunca pudimos recuperarnos), falló en todas las reformas que planteó: la de la lucha contra la informalidad, la tributaria, la de la inversión pública, la del destrabe, la de las APP y la de la protección social. Es muy difícil generar confianza después de tanta impericia. Hoy, más que nunca, la inversión privada se mueve al ritmo de las cotizaciones internacionales.

Una crítica extendida a la propuesta presidencial es que genera incertidumbre política, y con ello, una ralentización del crecimiento económico. Si bien esto es cierto, el efecto no es el que los críticos pronostican. Todas las elecciones presidenciales generan niveles de incertidumbre política que afectan la economía de nuestro país. El efecto de la propuesta del presidente Vizcarra sería el de adelantar, al 2020, la incertidumbre política que con toda seguridad habríamos vivido durante la campaña presidencial del 2021. Por ello, su costo económico no me parece muy alto; más aún si tomamos en cuenta los indudables beneficios que traería dejar de ser gobernados por un Ejecutivo débil y un Legislativo que ha revelado estar más motivado por la extracción de rentas y la venganza política que por legislar a favor de los peruanos.

También hay que tener en cuenta que el presidente Vizcarra solo puede disolver el Congreso, en caso el Ejecutivo pierda una segunda cuestión de confianza, hasta un año antes de que termine su mandato presidencial. La perspectiva de ser enviados a su casa es lo único que ha mantenido a raya los excesos de muchos congresistas. No me cabe duda de que, de no adelantarse las elecciones, el último año de este gobierno estará dominado por enfrentamientos innecesarios y espectáculos lastimosos que poco harán por fomentar la confianza necesaria para generar puestos de trabajo.

Si el año que el presidente Vizcarra propone ahorrarnos hubiese sido uno perdido para el desarrollo del Perú, ¿por qué oponerse?