El ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, cumple este fin de semana un año en el cargo. No han sido meses fáciles. Al golpe de las protestas y los fenómenos climáticos, se han sumado la resaca de las pésimas medidas tomadas durante el gobierno de Pedro Castillo que ahuyentaron la inversión y los capitales privados y un entorno de inestabilidad institucional generalizada que impide que las expectativas empresariales mejoren.
Sin embargo, en medio de esta tormenta, era más importante que nunca que el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) se constituyera en el faro que permitiera a los agentes económicos identificar el rumbo que debían tomar para, entre truenos y relámpagos, seguir avanzando con la seguridad de que eventualmente encontrarían un puerto.
Es difícil decir que se haya cumplido ese rol. Es más, en medio de los terremotos políticos, el MEF ha ido perdiendo poco a poco el peso específico que solía tener, tanto al interior del Ejecutivo como frente a otros poderes del Estado como el Legislativo.
Y esto constituye un riesgo, porque un MEF menos sólido hace que fundamentos para el crecimiento económico como el buen manejo de las finanzas públicas, que otrora dábamos por bien manejados, ahora generen preocupación.
Como hemos comentado ya en este espacio, para el próximo año el MEF ha diseñado un presupuesto que incrementa el gasto público en más del 12%, pese a que los ingresos tributarios están en caída libre. El ministro Contreras tampoco ha podido evitar que las presiones populistas del Parlamento queden plasmadas en la Ley de Presupuesto incrementando los riesgos fiscales para el 2024.
También hemos visto este año al ministro pronosticar, sin éxito, la pronta recuperación de la economía peruana o negar la existencia de una recesión para luego tener que reconocerla, quitándoles fiabilidad a las señales del ministerio que encabeza.
Pero tal vez el mayor golpe a esta credibilidad es el adelanto de utilidades del Banco de la Nación por S/1.000 millones al Tesoro Público que ha aprobado el MEF para acercar un poco el déficit fiscal –la diferencia entre los ingresos y los gastos sobre el PBI– desde el actual 2,8% hacia la meta del 2,4% que establece la regla fiscal para el fin de este año.
El exministro de Economía y Finanzas Carlos Oliva, actual presidente del Consejo Fiscal, ha calificado esta movida de “una suerte de maquillaje contable” en diálogo con “Semana económica”. Y es que es lo más cercano a tratar de cubrir con un simple corrector las ojeras producidas por años de falta de descanso. Un intento inútil porque, tarde o temprano, la realidad sale a la luz y un ojo bien entrenado, como el de las agencias calificadoras de riesgo, difícilmente se dejará llevar por el artificio.
Lamentablemente, un MEF al que nadie le cree es un MEF que no puede conducir las riendas de la economía peruana. Un MEF que no tiene voz cantante ni al interior del Ejecutivo ni ante el Congreso nos deja a merced de las olas y a un paso del naufragio.