Arde la Amazonía brasileña. Los incendios, que según algunos han llegado a niveles récords, aumentaron con la llegada este año de un gobierno de derecha que ha criticado y debilitado las regulaciones ambientales.
La destrucción ecológica de gran escala y el creciente enfrentamiento entre la derecha y la izquierda ha asegurado la atención del mundo. Las condiciones están dadas para la exageración, la inexactitud y la politización de un tema complejo.
El presidente Emmanuel Macron de Francia, por ejemplo, aprovechó la cumbre del G-7 que auspició estos días para resaltar la catástrofe y enviar el siguiente mensaje al presidente Jair Bolsonaro: “No podemos permitir que lo destruyas todo”.
¿Qué pasa en la selva amazónica? ¿Será que el presidente brasileño es el diablo de este cuento?
Todos los años hay incendios en la Amazonía y ciertamente este año parecen estar en aumento. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, ha habido 83% más siniestros comparado al 2018. Pero, según el destacado experto Daniel Nepstad, el aumento es solo 7% por encima del promedio de los últimos diez años. Hubo todavía más incendios durante la década pasada bajo el gobierno de Lula da Silva.
Es más, los incendios están afectando a la Amazonía boliviana de semejante manera a pesar de la imagen pro ambiente que proyecta el presidente Evo Morales. Un estimado calcula que se ha quemado la misma área en Bolivia que en Brasil, pero al país andino casi no le ha llegado el escrutinio internacional.
Tanto en Bolivia como en Brasil, la mayoría de los incendios los causan los campesinos de manera ilegal para explotar la tierra, cosa que crea mayores problemas durante las temporadas de sequía. Evidentemente, tanto el régimen de protección ambiental como de titulación de terrenos no están funcionando bien.
Aun así, la deforestación en Brasil ha caído de manera drástica. Del 2004 al 2012 declinó en un 70% y luego volvió a aumentar un poco, pero se ha mantenido muy por debajo de su punto alto. Ese progreso es consistente con lo que ocurre a escala global. De 1998 al 2015, el área mundial que se ha visto afectada por incendios ha disminuido 24%. Según la revista británica “The Economist”, se debe mayormente a la agricultura y al fortalecimiento de los derechos de propiedad. La agricultura moderna dificulta la extensión de fuegos y crea incentivos para que la gente cuide su propiedad y prevenga incendios.
Permitir la titulación y el desarrollo de ciertas partes de la Amazonía, por lo tanto, no debe ser mal visto. Esto no quiere decir que las políticas de Morales ni de Bolsonaro para fomentar el desarrollo han sido buenas u óptimas. Ninguno es un ángel. Por ejemplo, como parte de su campaña ilegal de reelección, el gobierno de Morales ha regalado terrenos amazónicos a campesinos y ha permitido quemas antes prohibidas. La deforestación ha aumentado 200% desde el 2015.
A la hora de permitir el desarrollo y titular la propiedad, importa cómo se hace. La historia muestra que no se debe diseñar tal esquema desde arriba para abajo. La iniciativa en Estados Unidos en el siglo XIX para regalar terrenos en el oeste para quienes trabajaran la tierra durante cinco años (el famoso Homestead Act), por ejemplo, fue mal concebido. Las condiciones diseñadas por el gobierno federal hicieron que la mayoría de los granjeros fracasaran y alteró los sistemas informales de propiedad que se iban formando exitosamente entre personas que ya ocupaban esas tierras.
Cualquier solución a los problemas ambientales y de propiedad que afectan la Amazonía tendrá que respetar los diversos modos de vida de las personas, empezando por los derechos de propiedad ligados a la realidad social.