"La timba de Fuerza Popular es temeraria porque si bien Fujimori confía en los buenos recuerdos que “los noventa” les pueden traer a algunos votantes, el tiempo no pasa en vano". (Foto: GEC)
"La timba de Fuerza Popular es temeraria porque si bien Fujimori confía en los buenos recuerdos que “los noventa” les pueden traer a algunos votantes, el tiempo no pasa en vano". (Foto: GEC)
Andrés Calderón

La estrategia de la campaña política de es bastante clara. “Izquierda radical” y “mano dura” componen el juego de palabras que más repitió en sus videos de , las exiguas entrevistas concedidas y su reciente presentación en CADE electoral. La apuesta es obvia: solo ella podría detener a la izquierda radical, y “mano dura” es lo que se requiere para conseguirlo. Incluso si para ello es necesario torcer la democracia y acercarnos a una dictadura.

Por si caben dudas de esto último, recomiendo leer las respuestas que dio la candidata al Test de Orientaciones Políticas, Económicas y Sociales (TOPES), publicadas en la revista Caretas (29/01/2021). Del 1 (“En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”) al 10 (“La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”), la respuesta de Keiko Fujimori arrojó un 3. ¡TRES! Es decir, se siente mucho más cercana a un gobierno autoritario que a una democracia. Y esta no fue una contestación ingenua o espontánea. Tuvo tiempo de sobra para meditar y enviar una opinión calculada. Es decir, Keiko escogió mostrar ese rostro, el del autoritarismo. Una apuesta bastante riesgosa. No me imagino a ningún candidato haciéndole tantos guiños a una dictadura como Keiko Fujimori… salvo quizá

La timba de es temeraria porque si bien Fujimori confía en los buenos recuerdos que “los noventa” les pueden traer a algunos votantes, el tiempo no pasa en vano. Actualmente, el 67,5% del electorado es menor de 50 años (es decir, tenía menos de 20 años cuando su padre, Alberto, entró al poder). Con ello, su público objetivo se reduce a ese porcentaje minoritario de la población adulta que, además, tendría que añorar la dictadura fujimorista, que seguramente firma y comparte los comunicados de la Coordinadora Republicana y se pregunta confundido qué es un ‘viejo lesbiano’.

Peor aún, los coqueteos con posiciones autoritarias pueden tener el efecto bumerán de recordarle al elector la actitud mostrada por Fuerza Popular cuando controló el entre los años 2016 y 2019.

Y aquí es donde la “mano dura” de Keiko empieza a sufrir de tendinitis, pues debe cargar con su propia mochila llena de pesados y todavía húmedos trapos sucios.

Dejemos de lado los constantes conflictos con el Ejecutivo y concentrémonos por un momento en la relación de Fuerza Popular con los demás poderes estatales. Saltan a la luz, entonces, las llamadas y reuniones que coordinaba el exjuez supremo César Hinostroza con la poco enigmática “señora K”. Los sobres enviados al exfiscal de la Nación , y el blindaje que recibió en el Congreso naranja. Las visitas a los miembros del extinto Consejo Nacional de la Magistratura para cabildear a favor de la presidencia de uno de sus integrantes. Los intentos por destituir a magistrados del Tribunal Constitucional y elegir a sus reemplazantes a empellones.

Si todo aquello no fue una tentativa de copamiento del poder como suele ocurrir en las dictaduras, por lo menos se le asemeja bastante. Y algo común a las dictaduras es que no suelen reconocerse como tales sino como “democracias fuertes”, en las que todos los poderes del Estado son controlados por el “robusto” partido gobernante, y los opositores y críticos se convierten en “traidores de la patria”.

El miedo a la izquierda radical, ciertamente, puede preocupar a todos quienes advierten en esa opción el peligro real del descalabro económico. Pero el temor a una dictadura, vaticinamos, puede tener un efecto tanto o más aterrador.

De ahí que el mensaje de “mano dura” de Keiko Fujimori nos deje con una interrogante: ¿se trata de una promesa de campaña o una amenaza?

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