José Carlos Requena

La revelación del particular gusto que tiene la presidenta por los relojes de alta gama (“La encerrona”, 14/3/2024) –algo que pasaría de ser una frivolidad si no involucrara a una presidenta en funciones– ha generado un gran revuelo. Su impacto, que hasta el momento ha sido significativo, puede ser aún mayor, si el persiste en enredarse sin explicaciones satisfactorias (¿las tiene?).

Por lo pronto, distrae la atención que debería darse a temas que realmente tienen un impacto directo en la vida de la población para dirigirla a la defensa de un asunto que debería ser zanjado con prontitud. Por ejemplo, la acuciante situación en la que se encuentra la seguridad ciudadana (“la mayor crisis de inseguridad de toda nuestra historia republicana”, según Rubén Vargas, en El Comercio, 17/3/2024) ha pasado por estos días a un segundo plano.

No solo eso. Dos integrantes del han salido a referirse al tema, sin que salgan airosos del trance. La ministra de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Hania Pérez de Cuéllar –que acompaña a la presidenta desde el día uno–, se ha referido a las réplicas que circulan en el mercado y hasta llamó la atención sobre el origen de estas denuncias.

Entre tanto, el ministro de Salud, César Vásquez, que ha enfrentado serias presiones por la gestión del dengue y la distribución de medicamentos genéricos, ha creído pertinente referirse al tema. “Me parecen cosas muy domésticas, habiendo cosas tan importantes en el país”, señaló (Exitosa, 19/3/2024).

No son ministros de poca relevancia. De hecho, debido a su experiencia previa (presidenta del Indecopi y excongresista de la República, respectivamente) son importantes soportes en el Gabinete. Que tengan que dedicarle esfuerzo a la denuncia representa, claramente, un desperdicio de tiempo y una dilapidación de recursos.

En el frente parlamentario, la denuncia ha coincidido con la ronda de diálogos que el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, ha iniciado. Ha llamado la atención el comunicado que emitió Fuerza Popular, la mayor bancada del Congreso, en el que lamenta que la Presidencia “nuevamente esté envuelta en escándalos y entredichos”, lo que “afecta a la estabilidad de país y a nuestra democracia” (20/3/2024).

En la víspera, Adrianzén había acudido a la cita con el partido fujimorista, en la que seguramente se trató el tema. Sobre ello y las declaraciones públicas del jefe del Gabinete debe referirse también el pronunciamiento: Adrianzén “se equivoca al pretender señalar que este asunto es parte de la esfera privada de la presidenta Boluarte”.

Otra opinión institucional es la que formuló Perú Libre. Su vocera, Margot Palacios, ha adelantado que su partido presentará una moción de vacancia. Como se sabe, para ello se requieren 26 firmas, un umbral alcanzable. El segundo paso, en cambio, se ve algo más lejano: 52 votos para admitir el pedido. ¿La dureza del comunicado de Fuerza Popular anticipa al menos la admisión de la moción? De admitirse, Boluarte tendría que defenderse ante el Congreso, sea por sí misma o a través de su abogado. Así, el mal rato sería inevitable.

Es aún más lejana la posibilidad de que se apruebe la vacancia, sobre todo por el poco estímulo que representa la posibilidad de autodestruirse. Al final de cuentas, el pacto tácito de permanencia parece estar intacto.

En cualquier caso, el trance originado por el incómodo asunto de los ostentosos adminículos presidenciales pone nuevamente en aprietos a una gestión de por sí precaria. Al hacerlo, inevitablemente recuerda aquel viejo bolero de Roberto Cantoral titulado “El Reloj” –que popularizaran Los Panchos en la década de 1950–, sobre todo en aquel pasaje que dice: “Reloj, detén tu camino / porque mi vida se apaga”.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público