Casi todo está en juego, por Carlos Adrianzén Cabrera
Casi todo está en juego, por Carlos Adrianzén Cabrera
Carlos Adrianzén

Dentro de pocos días la campaña electoral elevará su temperatura. Pronto los candidatos competirán por un cupo en la plancha presidencial o una curul en el Congreso. Muchos estaremos interesados en hacer la mejor elección posible. Otros –la mayoría– tal vez no. Solo Dios sabe bajo qué criterios depositarán sus votos los electores. 

En este contexto, presento observaciones acerca de lo que podría pasar en nuestro país. Así, pienso que los márgenes de acción del próximo gobierno serán estrechos y quizá amargos, al menos durante los tres primeros años de mandato. 

Si el fenómeno de La Niña no tranquiliza al de El Niño, la nueva administración recibirá un ritmo de crecimiento económico raquítico o incluso negativo. Con un manejo monetario como el aplicado por el instituto emisor durante la última década, recibirá también la responsabilidad de reordenar una tasa de inflación que ya pulverizó su meta. Si el gobierno no avasalla al , terminaremos en el congelador.

Esto no es todo: ¿cuál será el tipo de cambio? ¿Cuántas reservas internacionales tendremos? Quizá también el nuevo gobierno –si aspira a recuperar algo de crecimiento– tenga que reconectar el círculo virtuoso inversor-exportador. Y esto no solo requiere desmontar con fuerza impuestos, regulaciones y trabas. Necesita que la gente lo entienda como algo bueno. Asimismo, los Humala dejarán el reto de administrar con responsabilidad los requerimientos fiscales de varios megaproyectos y otros desvaríos en Petro-Perú, además de otros predios.

A lo anterior agréguenle la herencia de un déficit fiscal abierto y creciente, cuya arista central implica reconocer que las reservas fiscales estarán probablemente agotadas. Igualmente, es lamentable descubrir que el gobierno ha estado inyectando más deuda pública en las AFP mediante una torpe regulación.

En esas circunstancias, se deberá moderar el gasto o reactualizar el robo de las jubilaciones como en los tiempos del Instituto Peruano de Seguridad Social. Esto para luego culpar a las AFP de las barbaridades regulatorias vigentes (con la complicidad de los afiliados que no parecen estar muy preocupados por la suerte de sus ahorros). 

Una brecha fiscal abierta acompañada del sostenido colapso inversor y exportador tiene otro inconveniente: un déficit externo creciente. ¿Cómo lo financiarán? ¿Habrá divisas para ello? 

El camote de este cebiche es reconocer que el declive económico humalista no se explica por los precios externos, sino por la sucesión de retrocesos etiquetados como reformas (que el nuevo gobierno podrá empeorar o corregir).

Y este es el punto: aunque los márgenes de acción recibidos resulten muy estrechos, lo que los nuevos gobernantes podrían empeorar no lo es (como quedó demostrado tras la vergonzosa actuación congresal por el ).