“Lo que la experiencia latinoamericana reciente demuestra con contundencia es que un presidente débil tiene muchos problemas no solo para concentrar el poder, sino para completar su mandato”. (Foto: Presidencia).
“Lo que la experiencia latinoamericana reciente demuestra con contundencia es que un presidente débil tiene muchos problemas no solo para concentrar el poder, sino para completar su mandato”. (Foto: Presidencia).
Omar Awapara

En , Gonzalo Zegarra Mulanovich pone sobre el tapete un argumento provocador sobre los peligros de una presidencia débil, separando elementos institucionales y políticos propios de la posición, del carácter y la moral de quien la ocupa. Aunque la teoría y la evidencia reciente desacreditan su postura sobre la debilidad política del presidente actual, creo que hay un aporte sustancial al análisis al sugerir complementarlo con enfoques interdisciplinarios para entender mejor la naturaleza del poder y de aquellos que lo ostentan.

Primero, no es del todo cierto que se argumente que la debilidad política de “le impediría perpetrar abusos y fechorías”, como identifica el autor a “un cierto sentido común creciente entre los moderados”. Lo que la experiencia latinoamericana reciente demuestra con contundencia es que un presidente débil tiene muchos problemas no solo para concentrar el poder, sino para completar su mandato.

Lo hemos vivido en el Perú no una, sino dos veces, en los últimos cuatro años. PPK y eran débiles, sin bancada en el Congreso (y si las acusaciones en fiscalía sobre ambos fueran comprobadas, asumo que débiles de carácter). En otras latitudes, presidentes con algo más de poder, como Dilma Rousseff en Brasil, Manuel Zelaya en Honduras, Lucio Gutiérrez en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay, corrieron similar suerte.

Como señalara Rodrigo Barrenechea en conversación con los jóvenes politólogos de ‘Puente’, la ausencia de un partido o una organización de base, de un mandato claro, de recursos económicos y de un contexto internacional favorable, ponen a Castillo en ruta hacia un final similar al de otros populistas fallidos de la región.

En el caso específico de Ecuador, del 27 de julio, Martín Tanaka comentaba que si Correa lo logró hacer fue sobre la “base de la presión desde el Ejecutivo, la movilización callejera, y una hábil construcción de alianzas”. A diferencia de los autócratas que lograron consolidarse, Castillo carece de los recursos que les permitieron transformar la voluntad en poder, sean económicos, organizacionales o de liderazgo.

El mismo sábado, El Comercio daba cuenta sobre el fraccionamiento del partido de gobierno con las renuncias de tres congresistas, y abría en su primera plana con una entrevista al procurador general del Estado, quien había solicitado iniciar una investigación en fiscalía contra el presidente por presunto patrocinio ilegal y tráfico de influencias. El lunes, el Ministerio Público tocaba la puerta de Palacio de Gobierno (otra vez). El martes, a su ministro de Educación.

Ahora bien. En un páramo institucional, se vuelve imperativo examinar las motivaciones, preferencias o intereses de los actores políticos. Coincido con Zegarra en que la intención de Perú Libre y de Castillo de concentrar el poder existe, pero pareciera que un carácter débil juega más en contra que a favor de ese objetivo.

Coincido también en la necesidad de buscar entender mejor a los actores, aunque la vía del carácter aparece complicada. Es difícil y subjetivo, y ya escribí por acá aquella anécdota de cuando Correa, tras el pánico que causó su triunfo, mandó a los mercados a tomarse un valium. ¿Sería eso prueba de que el expresidente ecuatoriano tenía un carácter fuerte?

No estoy formado para diagnosticar la fortaleza o debilidad de carácter de nadie, pero al menos en términos políticos es muy difícil que un presidente débil tenga éxito si pretende abusar del poder o hacer fechorías. El conocimiento interdisciplinario es, sin duda, siempre beneficioso, y también lo es reconocer las lecciones aprendidas sobre presidencias débiles en la ciencia política. Y, ciertamente, hay mucho por explorar en el mundo interior de los líderes políticos.