José Carlos Requena

La propuesta de propiciar un referéndum que eventualmente pueda terminar en la implementación de una ha vuelto a mover el ya trajinado escenario político peruano. Por su naturaleza e implicancias, seguro el debate se detendrá en el marco constitucional, pero no es el único espacio que debe encender las alarmas.

Más bien, y al margen del debate jurídico, será en el creciente cariz populista de las democracias contemporáneas en donde deberá buscarse el impacto de pasos como el dado por el Ejecutivo. De hecho, cuando se hizo pública la voluntad del Gobierno y más aun cuando circuló la propuesta legislativa fue inevitable enfrentar un ‘déjà vu’: ¿No es esto aquello de lo que trata el nuevo libro de Carlos Meléndez, “Populistas” (Debate 2022)?

Las páginas del trabajo de Meléndez permiten anticipar y entender los pasos que da un Ejecutivo como el surgido en los comicios del año pasado; un “populismo silvestre”, en palabras del autor, que reposa en un trípode de gran ascendencia en las lejanías de la formal y precaria democracia basada en Lima: la escuela pública, el sindicalismo rural y las iglesias cristianas.

Se ha querido enfrentar a viendo en él y su modesto proyecto a un componente más de la eterna amenaza comunista. Pero, como bien resalta Meléndez, Castillo adoptó algo que se acerca más a ideas-fuerza, lejos de ser realmente una ideología, aunque sí merecedora de una adjetivación: “un populismo humilde”, lo llama el autor.

Si Castillo, como aspira un gran sector de la población, saliera de escena, la democracia peruana tendría que continuar su camino. Sin un presidente populista, ¿qué harán los electores populistas? Meléndez se acerca en la revisión de los resultados de encuestas realizadas en el 2019 y el 2021. Al hacerlo, desmitifica viejas y arraigadas creencias, marcadas por el nivel socioeconómico, la edad, el lugar de residencia o la ubicación ideológica. Un hallazgo interesante es que los electores populistas preferían a candidatos distintos de Pedro Castillo: un grupo plural y variopinto que incluye a Hernando de Soto, Verónika Mendoza y Yonhy Lescano.

Regresando al presidente Castillo, Meléndez identifica al mandatario como uno intencionalmente ubicado en “una posición identitaria”, en “el mundo de los silenciados”. Es un espacio rentable en términos electorales y políticos, pero un lugar de riesgo para una democracia como la peruana. Es necesario no perder de vista a David Runciman cuando señala que “la política identitaria es leña seca para la hoguera de las frustraciones populistas” (en su libro “Así termina la democracia”).

En este espacio se entiende el escepticismo de Meléndez: “con una democracia sin raíces, con millones de peruanos desafectos y con una intolerancia populista, la prospectiva de los próximos años no es optimista”. En este contexto, recurrir al pueblo es una tentación a la que ha sucumbido este Gobierno reiteradamente. La constituyente es solo un eslabón más.

De hecho, hay una cita presidencial que recoge Meléndez que resulta muy precisa. “Hay que cambiar la Constitución justamente porque no la hizo el pueblo, por eso decimos que es urgente tener una Constitución con olor, color y sabor a pueblo”, dijo Castillo en la campaña. En la cita, se percibe más una aspiración identitaria que un afán por forjar un nuevo acuerdo social.

Pero ya se sabe qué olor puede ser el legado de esta iniciativa: aquel que caracteriza a algo que ha sido alcanzado por el fuego. La leña seca sería el referéndum y la hoguera de las frustraciones populistas vendría a ser la asamblea constituyente, para retomar el texto de Runciman.

José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público