La presidenta constitucional Dina Boluarte estrena su primer discurso ante el Congreso por 28 de julio hoy. Si bien con sobresaltos, el gobierno de la exvicepresidenta viene siendo esencialmente distinto del de Pedro Castillo y su banda, al haber marcado distancia del proyecto radical que llevó al poder a Castillo y del que ella formó parte.
Por eso, antes que cualquier reflexión o análisis político, debemos agradecer que el Perú no esté viviendo actualmente una dictadura. El 7 de diciembre del 2022, las instituciones democráticas estuvieron a la altura de las circunstancias y supieron cerrarle el paso a la aventura golpista de una gavilla de corruptos que tomó el poder por asalto con el único fin de enriquecerse.
Si en diciembre del año pasado se consolidó el nacimiento y bautizo del régimen de Boluarte, podría decirse que hoy asistimos a su confirmación. Tras violentas protestas que trajeron peruanos fallecidos, crisis en el Gabinete, desastres naturales, una epidemia del dengue, señalamientos de corrupción a algunos personajes de su entorno y una acusación de plagio de un libro del que es coautora, Dina ha sobrevivido contra todo pronóstico. Y su plan es quedarse hasta el 28 de julio del 2026 y entregar la presidencia a un gobierno constitucional y democráticamente elegido. El camino es larguísimo y sola no llega.
En una alianza por conveniencia, los sectores radicales, la izquierda más desprestigiada y el colectivo autodenominado “progresista” –o conocidos coloquialmente como ‘caviares’– se han empeñado en exigir la renuncia de Boluarte y que se convoque en el más breve plazo a elecciones generales.
Por eso, la elección de la Mesa Directiva del Congreso el miércoles último toma vital importancia y el Parlamento podría acompañar a la presidenta en el largo camino que tiene por delante. El triunfo abrumador (con 77 votos) de la lista 1 –encabezada por Alejandro Soto, de Alianza para el Progreso, e integrada por Fuerza Popular, Perú Libre y Avanza País– le devuelve el aliento a Boluarte, quien se salvó de que el Congreso cayera en manos del Bloque Magisterial, Juntos por el Perú-Cambio Democrático y Perú Bicentenario. Los mismos que exhiben como única agenda la renuncia de la presidenta.
Aunque inexplicable y de pronóstico reservado, la unión de Perú Libre con Waldemar Cerrón y Fuerza Popular con Nano Guerra García en la Mesa Directiva debe entenderse como un juego de supervivencia y estrategia para enfrentarse al enemigo en común: el adelanto de elecciones con el “que se vayan todos” y la desprestigiada izquierda progresista (‘caviares’) que no tiene problemas en pactar con el totalitarismo de Guillermo Bermejo o Guido Bellido.
El enfrentamiento mediático entre Verónika Mendoza y Vladimir Cerrón por la alianza de Perú Libre con Fuerza Popular ha confirmado que, por una cuota de poder, la excandidata presidencial y sus seguidores se taparon los ojos ante la manifiesta incapacidad y corrupción del gobierno de Castillo.
Los meses que se vienen no son fáciles para el país: el decrecimiento económico es innegable y la inversión privada no levanta cabeza, a lo que debemos sumarle el inminente fenómeno de El Niño.
A eso, hay que añadirle el golpe mortal que nos trajo la pandemia y el desastre que supuso –en todos los aspectos– el gobierno de Pedro Castillo y sus secuaces.
Dina Boluarte tendrá que esforzarse en hacer buena letra y los congresistas en dejar de meter la pata.
Necesitamos mucho más que una ruta para sobrevivir.