Hasta la próxima, por Carlos Adrianzén
Hasta la próxima, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Hay personas que aún creen que la estamos haciendo bien. Sostienen  que lo que nos pasa económicamente tiene un origen externo. Sin embargo, lo que nos ocurre ya no configura un escenario positivo. 

El crecimiento económico de la última década se fue. Y con él también los superávits comercial y fiscal. Pero no solo se fue el crecimiento que lograba que la reducción de la pobreza sea mayor, sino que dio como resultado que el año pasado la disminución de esta sea mínima (un 1%-2% acaso inercial). Aquí llegaron dos invitados indeseados: el ensanchamiento del déficit en la cuenta corriente externa y el deterioro de sus posibilidades de financiamiento en la cuenta financiera privada de las cuentas externas.

A nadie sorprende que, en un ambiente controlista, aun por cierto distante del de las décadas de 1970 y 1980, el Banco Central quemase reservas internacionales netas por US$3.555 millones.

Ya no estamos en los tiempos en que las agencias calificadoras de riesgo sostenían que el Perú, pese a su creciente déficit en la cuenta corriente externa, no tendría mayor complicación en las cuentas externas debido a los influjos de capitales en la cuenta financiera privada que a mediados del 2013 registraban los US$17.196 millones. Ya a setiembre pasado los influjos anualizados de inversión extranjera e inversión de portafolio se redujeron en US$5.649 millones y US$4.623 millones, respectivamente. Nótese aquí que en esta fecha –la última estadística accesible– los influjos anualizados de capitales en la cuenta financiera privada apenas alcanzan los US$4.347 millones, mientras que el hueco (el saldo negativo de la cuenta corriente de la balanza de pagos peruana) alcanza los US$9.429 millones. 

Así las cosas, en estos días, aun los más optimistas o serviciales puntos de vista del medio, ya aceptan que el crecimiento del 2014 cerrará cerca de los dos puntos porcentuales, con una inercia de contracción de lo más inquietante. Inquietante, fundamentalmente, por la simultánea y sostenida contracción de las exportaciones totales (-12%) y la inversión privada (-2%).

Pero, aun en el usual descontrol de un período políticamente espinoso (envuelto de aires electorales y denuncias de corrupción al más alto nivel), hay pie para cierto cuidadoso optimismo.

1) En todo período preelectoral, mientras los políticos salientes pierden poder, el gobierno efectivo cae en manos de algunos técnicos con pocas aspiraciones de reacomodo. 

2) Reconozcámoslo: es usual que elijamos muy mal.  Las denuncias de corrupción al más alto nivel son el pan de cada día. Nadie espera gobiernos intachables en nuestra plaza. Si los hemos tenido, estos han sido excepción.

3) Durante la oscura administración humalista, la poca efectividad reactivadora de las políticas fiscales y monetarias nos recuerda una lección que ya debimos haber aprendido. Inflar el gasto fiscal (mientras se eleva la presión tributaria y regulatoria) no solo no compensa la caída de las exportaciones, la potencia. 

En la situación en que vivimos, un contexto políticamente espinoso, las inversiones y los influjos de capitales hacia el país... se postergan hasta la próxima.