Arturo Salazar Larraín nos dio la libertad de expresión. Éramos un grupo de chicos universitarios que, salvo por una o dos excepciones, no pasábamos de los 20 años. El único límite que nos puso –y estuvo claro desde el principio– fue el respeto a la investidura del presidente, lo cual no impedía criticarlo (como, en efecto, hicimos infinidad de veces). Nos dejó hablar de la privatización de las empresas públicas cuando la palabra ni siquiera existía y era vista por todos como un imposible político. Nos dejó hablar de libre comercio cuando los anunciantes vivían cómodamente con sus aranceles.
Contenido sugerido
Contenido GEC