Los sistemas privados de jubilación proveen pensiones desalentadoras y tienen una participación muy baja y un costo muy alto. Con esos argumentos, entre otros, en años recientes los críticos han abogado a favor de fortalecer las pensiones públicas, debilitar las privadas y hasta nacionalizarlas.
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Avanzar en esa dirección es un grave error. Un nuevo estudio de la Federación Internacional de Administradoras de Fondos de Pensiones (FIAP) nos recuerda por qué y aclarece confusiones.
Para quienes contribuyen a sus pensiones, los sistemas privados sí son más generosos que los sistemas públicos. Por ejemplo, las primeras generaciones que participaron en las cuentas individuales de capitalización en Chile –quienes han participado por más tiempo– han podido generar rentabilidades impresionantes y ahorros previsionales “cuatro veces superiores a los que se habrían obtenido de haberse mantenido en el régimen de reparto”. En el Perú, la cifra es casi tres veces mayor.
La tasa de reemplazo de los sueldos también es alta en el sistema privado para quienes contribuyen de manera consistente. Los pensionados chilenos que han cotizado por 25 o más años gozan de una tasa de reemplazo de 78%. Es verdad, sin embargo, que un alto porcentaje de afiliados en la región no cotizan de manera regular, algo que reduce su pensión a la hora de jubilarse. Pero una gran diferencia entre los dos sistemas es que en el de cuentas individuales uno puede retirar sus ahorros al jubilarse sin importar cuánto tiempo cotizó. No así en la mayoría de los sistemas públicos que requieren un mínimo de aportes para que el trabajador se beneficie de una pensión. En el Perú, dos tercios de los afiliados al sistema público no lograrán contribuir los 20 años necesarios y por lo tanto no recibirán una pensión. La tasa de reemplazo de esos peruanos es cero.
Por lo tanto, típicamente se está comparando peras y manzanas cuando se comparan las tasas de reemplazo de los jubilados que gozan de pensiones en los dos sistemas. Por la misma razón –el jubilado en el sistema privado siempre puede retirar sus ahorros sin importar a cuanto cotizó– el sistema privado parece proveer pensiones pobres comparado al público. En realidad, el sistema de cuentas individuales es más justo y generoso para quienes participan de igual manera.
Otro problema de comparación es que los sistemas de reparto públicos no son sostenibles y son propensos a la mala administración. A diferencia de la capitalización individual que se basa en la inversión, los sistemas de reparto se basan en el gasto inmediato y el consumo. Los trabajadores de hoy financian las pensiones de los jubilados actuales. En la medida en que hay cada vez menos trabajadores y más jubilados, como ha sido el caso alrededor del mundo, se ha tenido que incrementar las contribuciones y reducir los beneficios de manera constante.
Ni eso ha sido suficiente. Alrededor del mundo, las promesas de los políticos respecto a las pensiones públicas han sido absolutamente irresponsables. Por lo tanto, un estudio de Sebastián Edwards hace diez años calculó que la deuda previsional implícita de numerosos países europeos y latinoamericanos representa varias veces su PBI. El informe de FIAP reporta que en el Perú “el sistema de reparto se encuentra técnicamente quebrado, ya que cuenta con un déficit actuarial equivalente al 21% del PIB”. Debido a la insostenibilidad, se proyecta que en el sistema de reparto peruano “las tasas de reemplazo caerán fuertemente, de aproximadamente 45% en 2020 a 12%-20% en 2047”.
Es evidente que el sistema de reparto no es una solución. Pero es evidente también, que para que mejoren los sistemas privados de jubilación, se tienen que hacer algunas reformas. Muchas de ellas, como el flexibilizar el sector laboral, serían ajenas al sistema.