Back office contra la pobreza, por Richard Webb
Back office contra la pobreza, por Richard Webb
Richard Webb

En temas de la salud, es visible el valor de los avances modernos en el diagnóstico, gracias a los laboratorios y las radiografías, ecografías y colonoscopías que identifican los males del cuerpo y guían los tratamientos, multiplicando así la capacidad del médico para curar con precisión y efectividad. Menos visible es el aporte equivalente cuando se trata de curar los males sociales. Se me vino esa reflexión al conocer el fallecimiento reciente de una amiga y colega, Rosa Flores Medina, cuyo aporte indirecto, de tipo ‘back office’, contribuyó significativamente al avance que el Perú ha logrado para vencer la pobreza. 

Economista con excelentes pergaminos del extranjero, Rosa se realizó como una diligente trabajadora en diversas entidades del Estado, siempre dedicada a su escritorio y al trabajo de campo. Nos conocimos cuando me tocó dictar un curso en la American University de Washington, donde ella se lució como primera de la clase. Poco después, en 1980, regresé al Perú para dirigir el directorio del BCR, y una de mis primeras decisiones consistió en complementar el trabajo macroeconómico del banco con un pequeño grupo dedicado a los estudios sociales, grupo en el que participó Rosa Flores durante una década. Uno de los resultados iniciales fue la elaboración de un primer mapa de pobreza nacional, estadística que permitía descubrir la pobreza relativa, y por tanto la prioridad relativa para la ayuda social de cada provincia. A lo largo de los ochenta, varias versiones del mapa fueron publicadas por el banco, pero en todos esos años la obra no tuvo repercusión ni aplicación alguna. En medio de un colapso financiero, hiperinflación y terrorismo desbocado, el barco se hundía y la única prioridad era la supervivencia. Como semilla de algarrobo, que cae en la arena y espera años hasta la llegada de la lluvia, el mapa de pobreza debió esperar las condiciones que sabrían aprovecharlo como instrumento de gobierno. 

Esas condiciones se dieron a inicios de los años noventa, cuando se combinaron una aguda pobreza fiscal, la pacificación de los territorios de extrema pobreza y un gobierno con mandato para cambiar los esquemas tradicionales de la política social. En 1992 Rosa se trasladó del BCR a la recién creada agencia Foncodes, encargada de realizar obras de pequeña infraestructura en los distritos más pobres del país. En Foncodes, Rosa pudo continuar su labor de actualización y perfeccionamiento del mapa de pobreza, pero, además, según recuerda el ingeniero Alejandro Afuso, quien dirigió la entidad durante parte de esa década, Rosa se dedicó no solo a la publicación de cifras sino a insistir en el uso del mapa como instrumento de focalización, para asegurar que los escasos fondos de la entidad fueran dirigidos a las poblaciones más necesitadas. A lo largo de la década se fue instalando la nueva herramienta de gestión pública, más simple, lógica y justa para la labor social. Hoy, la focalización en función de necesidades relativas es un concepto central para todo programa social del gobierno. La semilla puesta por el BCR y Rosa Flores ahora es llevada adelante por equipos de estadísticos y economistas y se ha establecido como parte de una nueva cultura de gestión pública. 

La eficacia del Estado, trátese de educación, salud, seguridad ciudadana, o control de la corrupción, depende sustancialmente del trabajo creativo que se hace en los ‘back office’, allí donde se diseña y se controla la acción de las tropas. No es trabajo de rutina sino de innovación continua realizada por cuadros profesionales. Es un gran error espetar la palabra “tecnócrata” como si fuera insulto.