(Ilustración Giovanni Tazza)
(Ilustración Giovanni Tazza)
Rolando Arellano C.

En la manera de pensar de muchos latinoamericanos de hoy se observan grandes contradicciones lógicas que frenan el desarrollo. Hay que conocerlas para desenmascararlas y evitar que sigan haciéndonos daño.

Quizá la incoherencia más extendida es la de quienes exigimos colegios, pistas y policías, y paralelamente nos negamos a pagar impuestos. Ciertamente a muchos nos dan ganas de no hacerlo, pensando en el mal uso que se hace de ellos, pero lo incoherente es que, sin dar nuestra cuota para la fiesta, nos quejemos de la mala música y la falta de bebidas. Y eso mismo ocurre en aquellas poblaciones que se oponen a la explotación minera en su zona, pero que luego se quejan porque no reciben el canon de los impuestos que pagarían esas minas.

Otra contradicción generalizada es la de quienes hablamos permanentemente mal de los políticos, pero esperamos que haya buenos gobernantes. Eso es imposible, pues la política es el gobierno de la polis, y por tanto no existen gobernantes que no sean políticos. En el mismo sentido, resulta evidente aquí la otra contradicción común, que es la de los políticos que se presentan como “no políticos”, pretendiendo engañar a la sociedad y a veces hasta a sí mismos.

Pero si los errores anteriores de divorciar los ingresos de los gastos se podrían explicar por desconocimiento, sorprende más escuchar a intelectuales y economistas que critican el incremento del consumo en la sociedad. Ciertamente, esa sería una posición respetable siempre que paralelamente no pidan que haya más trabajo y más producción, pues si disminuye la compra, disminuye también la necesidad de producir. ¿Defenderían que disminuya el PBI y bajen los ingresos de las familias, para disminuir el consumo? Difícilmente lo harían, porque el consumo per se no es malo, aunque ciertamente hay consumos nocivos que se deben evitar.

La solución, podría pensar el lector como algunos expertos lo dicen, sería producir mucho y exportarlo todo, haciendo que en otras sociedades crezca el “consumismo”, pero no aquí. Sucede, sin embargo, que, además de la hipocresía que eso implica, la economía del mundo está hecha de vasos comunicantes y, por tanto, quien solo vende pero nunca compra no puede usar las divisas que recibe. ¿Qué haríamos con los euros que nos pagan si no compramos nada con ellos?

En fin, más allá de estos casos específicos que nos impiden tener buenos políticos, mayores recursos y eventualmente más PBI, lo importante es entender que al aceptar incoherencias similares sin analizarlas, hacemos daño a la sociedad. Por ello, ya es tiempo que las personas con mayor criterio, como usted, señor lector, comiencen a luchar para ponerlas en evidencia y así evitar que se sigan difundiendo.