“Invisibles” (2008) es una película producida por Médicos sin Fronteras y Javier Bardem. Formada por varios cortometrajes, trata principalmente acerca de las enfermedades endémicas en países pobres que no resultan “rentables” para las grandes compañías farmacéuticas, como la enfermedad del sueño producido por la mosca tse-tse o el mal de Chagas, que afecta a millones de seres humanos, sobre todo en América Latina.
Recuerdo la película –a raíz de la epidemia del ébola– porque en una escena el gerente de una gran empresa farmacéutica discute con activistas que buscan una cura a la enfermedad del sueño con una sustancia que produce el laboratorio, pero difícil de aplicar en las zonas de contagio por razones sanitarias. La discusión, en resumen, fue lucro versus responsabilidad moral. La empresa señalaba que no podía dedicar la gran cantidad de dinero que significaba desarrollar la eflornitina en forma de cápsulas porque no habría retorno, pues el mercado era muy pequeño (varios millones de personas), mientras los activistas insistían en la responsabilidad moral de la empresa.
Estos debates pueden repetirse con un gran grupo de enfermedades que son endémicas en lugares, por lo general, muy pobres y que no resultan rentables para combatir. Es cierto, también, que el desarrollo de medicamentos requiere un tiempo considerable, varias etapas de prueba y bastante dinero.
Sin embargo, lo impactante es que cuando las enfermedades de los pobres extremos son contagiosas en territorios occidentales, se vuelven visibles, generan pánico, cambian las rutinas de las personas, aparecen noticias en los diarios y el miedo se contagia más rápido que cualquier enfermedad.
Mientras el ébola tenía años matando a la población de Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, la AH1N1 contagiaba a los asiáticos o el VIH aparecía como un asunto de africanos, Occidente no buscó vacunas ni visibilizó la desgracia humana de millones de personas.
No exagero si digo que un fuerte egoísmo nos envuelve cuando vemos en los programas de National Geographic a los enfermos no occidentales como un asunto exótico y hasta bello por la alta calidad de las fotografías.
Occidente actúa así: espera que las enfermedades o los problemas sociales aparezcan en sus territorios y afecten a su población (sobre todo, la rica) para que se movilicen ingentes cantidades de dinero, a fin de evitar contagios. Sin embargo, qué pasaría si cambiáramos la lógica de la ecuación y estos países invirtieran dinero para curar a esos seres invisibles o no rentables para la gran industria y así evitar el contagio al mundo occidental.
Muchas empresas occidentales practican la responsabilidad social empresarial. Sin embargo, parece que no mucho se ha hecho por combatir epidemias localizadas que podrían transformarse en pandemias mundiales. No olvidemos que en la actualidad ya no existen riesgos localizados.
Pese a ello, no nos damos cuenta de nuestra irracionalidad, aproximadamente el 20% de la población mundial vive bajo condiciones de vida dignas, mientras el 80% solo es recordado cuando nos contagia una enfermedad que mata a los pobres hace años.