Gallitos, por Patricia del Río
Gallitos, por Patricia del Río
Patricia del Río

Mientras el Perú, uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, pelea contra las enfurecidas aguas de ríos y acequias desbordadas en cientos de valles y quebradas, en Estados Unidos asume un presidente que niega los efectos del calentamiento global y exige que se retiren las alusiones a este drama mundial de las páginas web de su gobierno. Seis cadáveres de mineros peruanos informales esperan ser rescatados en un socavón de una mina en Acarí porque los sepultó un huaico, pero para este gallo pechugón que habita en la Casa Blanca todo está bien en este planeta que destruimos con espeluznante entusiasmo.

Mientras millones de peruanos asisten estupefactos a una decisión de la justicia que libera de toda culpa al jefe de uno de los movimientos católicos más abusadores de la historia, nuestros distinguidos obispos, autoridades máximas de nuestra Iglesia, evaden el problema, lo condenan tibiamente y prefieren dedicar todas sus energías y su presupuesto a criticar una supuesta ideología de género en el currículo escolar que solo existe en sus confundidas cabezas. Cual gallos negros desconfiados y dominantes, dan conferencias de prensa, publican comunicados y pelean contra fantasmas en lugar de enfrentar verdaderos demonios.

Mientras millones de limeños invierten entre dos y tres horas al día en movilizarse por la ciudad en las peores condiciones, nuestros alcaldes se esmeran en sembrar peajes inútiles, romper todas las avenidas al mismo tiempo, construir los ‘by-pass’ que no solucionan ningún problema y declararse “atados de manos” cuando los vecinos reclaman soluciones urgentes. Pasean por sus distritos como gallos dueños del corral, en el que no le deben explicaciones a nadie y hacen lo que les da la gana. 

Mientras todos los días aparecen evidencias contundentes de la corrupción bajo la que ha “avanzado” nuestro país en los últimos años; mientras más datos se revelan, más cuentas se descubren, más reuniones inapropiadas, leyes ad hoc y sobornos se hacen públicos, más políticos, ex ministros, ex presidentes y ex funcionarios aparecen poniendo cara de “qué horror” como si esa cochinada no hubiera ocurrido en sus narices. Se indignan, exhiben su fatuo plumaje de gallos machitos y se escudan en una arrogancia que hoy resulta no solo hipócrita sino absolutamente ridícula.

El 2017 recién comienza y qué feo se avecina. Dicen los chinos que este es el Año del Gallo. Animal pechugón, que se lleva el crédito de la chamba silenciosa de las gallinas, que exhibe su altanería como si fuera un trofeo. ¿Estaremos ante un año en que el alarde y la soberbia se impondrán sobre la laboriosidad y la honestidad? Esperemos que no. Todavía hay tiempo.