Gobernantes, por Richard Webb
Gobernantes, por Richard Webb
Richard Webb

Desde hace meses la conversación nacional se centra en el nuevo presidente de la República, cuyo período de gobierno se iniciará esta semana. Proyectamos gran parte de nuestro futuro en función de los logros y/o desaciertos que esperamos de ese máximo gobernante. Es buen momento entonces para recordar que la gobernanza de la nación, como es usual en cualquier democracia, descansa en manos de varios miles de hombres y mujeres, cada uno elegido para gobernar ciertos ámbitos del país, cada uno con enorme margen para afectar nuestras vidas a través de sus respectivos aciertos y/o errores. 

Gran parte de lo que más directamente afectará nuestra seguridad, salud, facilidad de transporte, fluidez comercial y calidad de vida, está en manos de las acciones de unos dos mil alcaldes provinciales y distritales. Esa dependencia es alta en una ciudad como Lima, pero mucho mayor en un distrito rural, donde la presencia del Gobierno Central es limitada. Cuando el techo de un colegio limeño gotea, es probable que el Ministerio de Educación mandará repararlo en pocos meses (antes de que lleguen los periodistas). Pero si el colegio se encuentra en una provincia alejada, los vecinos no perderán el tiempo viajando al ministerio. Su recurso directo es el alcalde. Y harán lo mismo si un caserío alejado busca obtener una posta de salud o si un alud ha bloqueado el único camino de salida para la comunidad. Además, en los distritos ha sido el alcalde quien se ha dedicado a la promoción de alguna nueva actividad económica para su localidad, como son las ferias que facilitan el acopio y la venta a buenos precios para los agricultores locales o las plantas procesadoras de leche o el desarrollo de algún atractivo turístico que es la aspiración casi universal de todo distrito rural. 

Es paradójico que nos ocupemos día y noche de conocer y especular sobre los detalles de vida de un presidente y sepamos tan poco de nuestros alcaldes. Algunos aspectos de su perfil son los siguientes: apenas 3% son mujeres, casi dos de cada tres están entre los 35 y 50 años, el más joven es el alcalde de Quequeña en Arequipa y tiene 23 años, y el más viejo es el de Pararca en Ayacucho y tiene 75 años. Pero quizá es más interesante descubrir que casi tres de cada cuatro de ellos tienen algún nivel de educación superior, mientras que apenas el 4% no ha completado la secundaria. E incluso el 41% ha completado la universidad. 

Un segundo detalle del perfil es que en una alta proporción son viajeros: uno de cada cuatro ejerce la alcaldía de un distrito al que llegó como migrante. Además, muchos de los que ejercen en su distrito de nacimiento son retornantes y, al haber vivido fuera y regresado, traen consigo una experiencia de vida y de gestión o negocios. Esta faceta trae al recuerdo una característica de nuestra historia: un alto porcentaje de los alcaldes durante el siglo XIX fueron inmigrantes. Incluso, durante la primera mitad del siglo XX tuvimos 40 alcaldes de origen italiano. Se cuenta, por ejemplo, que a fines del siglo XIX, Nicolás de Piérola se comunicó con el exitoso hombre de negocios del Callao Faustino Piaggio para que asumiera la alcaldía del puerto. Cuando este declinó y explicó que no era político, Piérola contestó: “Justamente por eso he pensado en usted”. Según la historia, la gestión de Piaggio resultó exitosa.