1. Todos sin el Perú. ¿Alguien se ha preguntado cómo haría para gobernar Julio Guzmán si sale elegido presidente con 14 listas al Congreso rechazadas por improcedentes? Es decir, ¿con 14 listas al Parlamento excluidas sin posibilidad de subsanar las infracciones a las leyes electorales y de partidos políticos que la agrupación de Guzmán no ha estado en capacidad de cumplir?
Guzmán solo tiene dos listas admitidas, las de Ayacucho y Ucayali. Si ganase en esas dos regiones con el 100% de los votos, la representación de Guzmán estaría integrada por cinco legisladores, apenas lo necesario para formar una bancada. Como es imposible que gane allí con el 100% de los votos, lo que tendríamos sería el absurdo de que un eventual partido de gobierno ni siquiera tenga una bancada propia.
¿Cuánto cree usted que duraría un gobierno así en el Perú o en cualquier parte del mundo? ¿Rehén de quiénes sería Guzmán en el Congreso? ¿Lo disolvería como lo hizo Alberto Fujimori? ¿Con qué autoridad legal podría convocar a nuevas elecciones parlamentarias para tentar una mayoría? ¿O sacaría los tanques a la calle? ¿Alguien le daría bola en los cuarteles con menos de cinco gatos en el Parlamento? ¿O habrá que perdonarle a Guzmán su informalidad e improvisación para que, “en nombre de la democracia”, sus listas al Congreso puedan también participar? Total, si ya se hizo lo propio con su candidatura presidencial, ¿por qué no con las 14 listas congresales improcedentes? ¿Escribirá también Gustavo Gorriti para que el JNE se deje de “nimios detalles administrativos” y “leguleyadas” a la hora de la apelación final? ¿A quién nos quejaremos del despelote ante la eventualidad de un presidente sin bancada en la representación nacional? ¿Al JNE? ¿A Guzmán? ¿A Gorriti? ¿A quién?
2. Tu opinión no importa. No sé si será impresión mía, pero veo con alarma que pronto los “opinólogos” nos quedaremos sin trabajo (no remunerado). Resulta que con una frecuencia que está a punto de convertirse en regla, los presentadores de los noticieros no se cansan de meter su cuchara, gesticulando y comentando sobre los hechos que narran. Me refiero, sobre todo, a las noticias políticas de esta campaña electoral. Sinceramente, me parece una falta de respeto y de profesionalismo para con el televidente, porque en los noticieros de lo que se trata es de presentar los hechos, no las opiniones de quienes los presentan. Lo contrario significa que la opinión de los presentadores de noticias debería ser también la nuestra y, simplemente, no lo es.
Si a la narradora de un canal de televisión no le gusta el FestiAlan, ¿tiene el derecho de hacer una mueca de disgusto al presentar la noticia? Si a otra narradora le molesta que Alfredo Barnechea no dé declaraciones a la prensa a su paso por Chincha, ¿todos tenemos que escuchar sus ironías? Si a una tercera le encanta el argumento del candidato de Solidaridad Nacional de encadenarse a las verjas de Palacio de Gobierno para “protestar” por la inscripción irregular de Guzmán, ¿le compete sentenciar el hecho con un “completamente de acuerdo con el señor Guerra García”?
¿Desde cuándo cambiaron los formatos? ¿Desde cuándo cada noticia presentada en el noticiero es, además, un editorial personalísimo del narrador de la misma? ¿Desde cuándo eso es un noticiero? ¿Desde cuándo?