"Junot, que a simple vista puede ser considerado un académico virtuoso, un escritor talentoso, ha sido toda su vida un ser humano fracturado". (Ilustración: Archivo El Comercio)
"Junot, que a simple vista puede ser considerado un académico virtuoso, un escritor talentoso, ha sido toda su vida un ser humano fracturado". (Ilustración: Archivo El Comercio)
Patricia del Río

Se llama Junot Díaz. Es un escritor dominicano que vive en Estados Unidos. Ha sido ganador del Pulitzer, enseña en el MIT, ha sido becario de la Guggenheim Foundation, escribe en “The New Yorker”. Justamente, en esta prestigiosa revista norteamericana acaba de publicar un texto estremecedor. No es uno de sus cuentos, ni un reportaje sobre el drama de alguien más. Es un testimonio, su testimonio, de lo que ha sido vivir por años, décadas, soportando en silencio, el dolor de haber sido violado a los 8 años.

“Esa mierda partió mi planeta por la mitad, me arrojó completamente fuera de órbita, a las regiones sin luz del espacio donde la vida no es posible. Puedo decir, realmente, que casi me destruyó. No solo la violación sino también todas las secuelas: la agonía, la amargura, la autorrecriminación, el asco, la necesidad desesperada de mantenerlo oculto y en silencio. Jodió mi infancia”, dice Junot. Y con valentía cuenta el momento traumático en que un hombre en el que confiaba lo ultrajó, pero pone énfasis en eso que no sabemos, en eso que tal vez no queremos ni imaginar. ¿Qué pasa con la vida de una persona que fue violada de niña?

Pasa mucho. Pasa lo peor. Junot, que a simple vista puede ser considerado un académico virtuoso, un escritor talentoso, ha sido toda su vida un ser humano fracturado. A veces violento, a veces desconfiado, a veces tímido, casi siempre deprimido. Junot confiesa que por años fue incapaz de mantener relaciones de pareja, que enfrentó serios problemas para llevar una vida sexual normal, que cuando no abandonaba sin razón a una mujer a la que amaba profundamente, entonces la engañaba de mil maneras hasta humillarla.

Los intentos de suicidio, la sensación de orfandad y un terco instinto de autodestrucción fueron sus mejores compañeros durante los años que duró su silencio. Su negación. Pero el testimonio de Junot no es simplemente una catarsis, ni una historia más de las miles de las que nos enteramos todos los días. Es un boceto de lo que será la vida de los niños que hoy, que en este mismo momento, están siendo violados en nuestro país. Ya van 600 solo en este año, según el Ministerio de la Mujer.

Un día como hoy 10 criaturitas serán ultrajadas. Y si no hacemos algo por detener esta enfermedad, esta lacra que nos pinta como el más salvaje de los animales, pues vayámonos enterando de que para nosotros la vida continúa, pero para las víctimas arranca un vía crucis, tan doloroso, que muchos desearán la muerte.

El testimonio de Junot es parte de un proceso largo de apertura, reconocimiento, y de lucha contra el silencio. Búsquelo en Internet y léalo, pero sobre todo escúchelo porque junto con la versión escrita hay un audio grabado por el mismo autor.