A Renato Cisneros le pasó lo que a muchos nos ha ocurrido en la vida: un día llegó en calidad de estropajo al diván de un psicólogo, dispuesto a tratar de entender por qué se había ido al cacho la relación con su chica, dispuesto a sacudir su alma de la depresión que lo estaba asfixiando y ahí, sentado frente a ese profesional que parece siempre el arqueólogo de nuestro inconsciente, terminó hablando de sus padres. Específicamente de su padre, el famoso ‘Gaucho’ Cisneros, uno de los militares más influyentes de la última dictadura militar en el Perú y de la lucha antisubversiva durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry.
Luis Federico Cisneros Vizquerra (1926-1995), el ‘Gaucho’, el Pinochet peruano, el hombre formado por los militares más crueles de la dictadura argentina, el ministro del Interior más odiado por la izquierda de los setenta, el ministro de Guerra más polémico del gobierno de Belaunde Terry, era también el padre de un niño sensible, enfermizo, de un petiso inseguro que crecía abrumado por la severidad de alguien que parecía incapaz de experimentar miedo alguno.
¿Qué hace un hijo que en su adultez descubre que buena parte del origen de sus conflictos personales y sentimentales está escondida en esas fotos de niñez que se han ido descolorando? ¿Cómo enfrenta un joven, cuyo padre ya falleció hace más de 15 años y que, por lo tanto, ya no hay nada que reclamarle, esa avalancha de recuerdos difíciles, de información intragable? La mayoría de nosotros seguimos tirándonos en un diván para conjurar en el pasado la solución de nuestro presente. Solo algunos, más geniales, más valientes, más talentosos, como Renato, se ponen a recoger cada dato del pasado de ese hombre que fue su padre y deciden transformar el dolor heredado, las alegrías vividas, las emociones compartidas en una novela. En una historia que el escritor se cuenta a sí mismo y se las cuenta a los demás. En una historia que no busca el exhibicionismo ni el escándalo, pero que se teje con la esperanza de que en ese acto casi mágico de reinventar la trama de su existencia pasada se dibuje la trocha de su propio futuro.
“La distancia que nos separa” (Planeta, 2015) es, me atrevería a decir, la primera novela de mi amigo Renato Cisneros. Todo lo que ha escrito antes se presenta como ensayos que lo prepararon para escribir esta gran novela de prosa elegante, llena de datos rigurosos, reflexiones personales profundas e historias familiares delirantes. En sus páginas uno se zambulle en la psicología del hijo, en los oscuros hechos de un país dominado por la mentalidad militar y en los detalles, a veces tiernos, a veces graciosos, a veces durísimos, de una sociedad en que las buenas costumbres funcionaban como el camuflaje perfecto de los amores imposibles, que en el caso de los Cisneros siempre se hacían posibles.
Decía Silvio Rodríguez (supongo que el ‘Gaucho’ hubiera vomitado si nos escuchaba citarlo) que “lo más terrible se aprende enseguida y lo más hermoso nos cuesta la vida”. Está claro que este ejercicio literario le ha costado la vida a Renato Cisneros, el hijo del ‘Gaucho’, el padre y señor de esta gran novela.