Los políticos se alquilan, por Carlos Meléndez
Los políticos se alquilan, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Érase una vez, cuando los técnicos se alquilaban (Luis Bedoya dixit). En aquellos años de política partidarizada, la tecnocracia se subordinaba a una clase política que asumía todas las responsabilidades de los aciertos y yerros de los consultores contratados. 

Pero, del fujimorismo en adelante, la lógica se invirtió: los tecnócratas se han convertido en los protagonistas de tomas de decisiones de alto nivel y hoy lucen carteras ministeriales y hasta banda presidencial. A estas alturas nos parece normal un gabinete repleto de funcionarios que transitan entre la gestión privada y la consultoría a la administración pública. Pero ¿dónde están los políticos?

Hasta el más humilde de los proyectos políticos conforma su propio repertorio de políticos profesionales con algún nivel de lealtad. El saliente presidente Ollanta Humala articuló un entorno de cuadros para la vocería y la escudería (Jara, Abugattás, Otárola). No juzgue la calidad sino la función que cumplían. Peruanos por el Kambio (PPK) no es una excepción. Pedro Pablo Kuczynski ha reclutado a los mejores políticos independientes a su alcance (Sheput, Bruce), aliado con otros con estructura propia (Heresi) y concedido espacio para la formación de sus propios alfiles (Violeta). Aun como facción tecnocrática, PPK cuenta con su propia escuadra política. Sin embargo, por estrategia, sus principales cuadros estarán abocados al Congreso. ¿De dónde saldrán entonces los operadores políticos capaces de moverse entre el Ejecutivo, la opinión pública y la protesta social?

Kuczynski se ve en la necesidad de ‘alquilar’ políticos –el gobierno ejerce una atractiva demanda, oferta sobra –, ‘profesionales’ de la política que fungen como asesores de ‘príncipes’ (y ‘princesas’). Oportunistas que sin formar parte de la lid electoral esperan subirse al coche del éxito ajeno. Se exhiben a través de columnas de opinión o programas de cable en los que dictan sus mismas recetas; consejos sobre cómo “tal político debería polarizar enfrentando a sus rivales y buscar alianzas directas con el pueblo” (sic). Su rigor académico se limita al estudio de café y su ‘expertise’ de sentido común. Desconocen de políticas públicas o administración estatal  aunque son avezados en maniobra y conspiración chichas. Para ellos la política no es servicio, sino su ‘service’.

El político rentado es sumamente dañino para la institucionalidad y la representación democrática. Carece de legitimidad electoral y, consecuentemente, de responsabilidad de rendir cuentas al abandonar el cargo. Pensemos en el desaparecido partido Fuerza Social. ¿Acaso los asesores políticos de la ex alcaldesa Susana Villarán se responsabilizan de cómo dejó la ciudad su gestión? Un político de partido se hace responsable del tecnócrata ‘rentado’, un tecnócrata ascendido a político asume también esa responsabilidad. Pero un político ‘alquilado’, por naturaleza, no se responsabilizará de su desmadre de ‘policies’ y nos dejará sin posibilidad de reclamo cuando lleve sus chivas a otra parte.

Entre más políticos rentados, menos ‘accountability’, más arbitrariedad y menos institucionalización. Salvo que el nuevo gobierno fije un sistema para fiscalizarlos incluso después que desgasten el fajín ministerial.