He sido acusado de promotor de un “diálogo con la mafia” y de ingenuo para abajo. Me defiendo con la historia reciente: aquí mismo, a fines del año pasado, sugerí al presidente que la mejor forma de retomar la iniciativa política que había perdido tras la censura a Jaime Saavedra (el mayor error cometido por Fuerza Popular en su primer año de oposición) era llamar a Keiko y cuadrar criterios con ella en una cita.
Ya saben lo que pasó. Al presidente no le dio la gana de hacerlo y, en su lugar, la iniciativa la tuvo Juan Luis Cipriani, quien los juntó en un diálogo algo forzado que el propio cardenal ha calificado recientemente como un fracaso. Aun así, ese encuentro sí provocó una distensión que ayudó al proceso de delegación de facultades legislativas.
Por supuesto, ha habido mucho diálogo en comisiones, con enlaces parlamentarios que han llevado adelante la ley de presupuesto, la de reconstrucción y varias otras. Al revés, el fujimorismo ha obtenido colaboración del Ejecutivo para no observar algunas de sus leyes, apurar su reglamentación y ejecutarlas (ojo, también se puede hacer obstruccionismo a la inversa).
Pero hay otras cosas que no se pueden arreglar en ese diálogo cotidiano, ni tampoco en una visita de Fernando Zavala a Luz Salgado, quien le responde en nombre del Congreso pero difícilmente en nombre de Fuerza Popular.
PPK debe llamar a Keiko y esta tiene que aceptar un diálogo si no quiere acabar de despintarse como estadista en potencia, que de eso trata todo para ella, ¿no? Es probable que esté viviendo su apogeo de poder y que nunca llegue a gobernar. Que viva, pues, su momento a plenitud y con responsabilidad.
De esto debiera hablar el par oficialmente (extraoficialmente, del indulto, y no es lo más importante): de frenar los apetitos de interpelación y censura por quítame esta paja; de la reforma electoral y la reforma política (FP metió la pata al delegar asunto tan complejo a una sola congresista, Patricia Donayre; y el gobierno no debió hacer su aporte tan tarde); de no hacer caso a los lobbies antirreforma en educación y salud que creen que FP es su representante natural; del destrabe de grandes proyectos como la línea 2 del metro y la nueva pista del Jorge Chávez.
Si el mayor error de FP fue la censura de Saavedra, el del Ejecutivo ha sido insistir en la adenda de Chinchero a pesar de que la oposición y la ciudadanía teníamos legítimas dudas. No se puede sacar adelante un megaproyecto sin, por lo menos, tomar el pulso a los que se oponen. A dialogar, pues, antes de invocar, como mis amigos tremendistas, los fantasmas de la vacancia, de la renuncia presidencial y de las elecciones anticipadas.