Mientras escribo esta columna, todavía no sabemos si Pedro Pablo Kuczynski seguirá siendo presidente del Perú. Lo que comenzó siendo una severa acusación que comprometía a PPK en irregulares (todavía no sabemos si ilegales) negocios con Odebrecht, se convirtió en una inmensa bola de nieve que amenaza con arrastrarnos, cual horrenda avalancha, a todos. Estos comprometedores descubrimientos han dividido al Congreso en dos posturas: los que consideran que estas prácticas inhabilitan moralmente al presidente para seguir ejerciendo el cargo y los que apuestan por la defensa de la institucionalidad y no creen que se deba aplicar una medida tan extrema.
Y como público desconcertado estamos los ciudadanos, que miramos este macabro circo del que depende nuestro futuro. Pero analicemos el reparto de este penoso espectáculo:
Fuerza Popular: los lanzadores de cuchillo más terroríficos del circo. Tienen al frente, amarrado contra un bull, a un presidente asustado al que los sables ya le rozan las orejas. Han hecho de la amenaza su mejor herramienta de trabajo y, cuando jugar a hacer puntería no les es suficiente, inventan los argumentos más disparatados para crear un ambiente insoportable de zozobra. Hoy sabremos si le clavan a PPK el último puñal que traen entre los dientes o si les falla la puntería.
Frente Amplio: los mejores payasos de la carpa. Aparecen todos desorganizados exigiendo vacancia, nuevas elecciones y Asamblea Constituyente. Poco les ha faltado para exigir que nos traslademos a 1821 y empecemos nuestra vida republicana de nuevo. Como los típicos personajes de circo, llegan con la cara pintada y esconden sus verdaderas intenciones oportunistas bajo falsas máscaras de demócratas anticorrupción.
Peruanos por el Kambio: los mediocres equilibristas de circo pobre que se suben a los andamios con las pantis rotas y que no tienen red que los sostenga en caso de una estrepitosa caída. Su falta de argumentos, su nulo trabajo en equipo, su ausencia de firmeza y determinación en defensa de su presidente los han convertido en el espectáculo más triste del circo.
El Apra: los magos venidos a menos que solo saben hacer trucos predecibles. Como quien se saca un conejo del sombrero, cada vez que se contradicen y pelean entre ellos uno tiene la extraña sensación de que ese truco lo ha visto mil veces. El Apra juega a ser un partido solvente y una vez más entroniza a un autoritario fujimorismo que, como antaño, cuando consiga lo que quiere los convertirá en paloma blanca y los mandará a volar con solo un toquecito de su varita.
Hay también domadores que están con cara de susto porque se los va a comer el león, elefantes sumisos que bailan bajo el yugo de un látigo con cara de resignación y contorsionistas que son capaces de cambiar de posición en un pestañeo. Todos compartiendo un show patético, insultante, agotador, que los peruanos simplemente no nos merecemos.