Que vivimos una crisis terminal de los partidos, mmm, no lo creo. Miren lo que ha pasado de un quinquenio a otro: Keiko rebautizó a Fuerza 2011 como Fuerza Popular, para dar más solidez y vigencia al partido con el que quiere gobernar. Su Comité Ejecutivo Nacional (CEN) es una rara mezcla de cargos de partido tradicional (secretarías de organización, disciplina, economía interna, etc.) con especialidades de cara a la gestión pública (agricultura, salud , educación), y está creciendo al punto que rivaliza con el Apra en capacidad de arrastre de masas.
El PPC, cuya bronca de facciones –Lourdes Flores versus Raúl Castro– habíamos tomado por señal de agonía, se alió con el Apra y ha cobrado nueva vida. Hasta PPK, técnico alejado de la militancia, se dio cuenta de que necesitaba un ente propio para candidatear sin armar sancochados. Julio Guzmán, el ‘PPK misio’, hace lo mismo cabalgando sobre el preexistente Todos por el Perú. Y Acuña no solo ha comprado clientelas, ha construido un partido, Alianza para el Progreso, con solidez nacional.
Por lo tanto, los partidos son más resilientes que corruptos. Lo que algunos ven como crisis terminal es señal de nuevas formas de organización que combinan la virtualidad de las redes con el debate presencial, lo meramente aspiracional (a cargos) con el activismo, el interés y la vocación de servicio colectivo. No cuento con una serie estadística de padrones de militantes por años, para ver si han crecido o disminuido, pero noticias de institucionalidad partidaria como estas contradicen la letanía esa de que los partidos están muriendo.
La segunda cosa que tenemos que corregir, o al menos relativizar, es la percepción de que vivimos una escalada de corrupción gubernamental de alto nivel. Al final de la gestión haremos un balance más preciso con ayuda de la contraloría y el Ministerio Público, pero lo cierto es que el terremoto más fuerte ha sido el de las agendas de Nadine y tiene que ver con mal manejo de dinero proveniente del exterior, que con desvío de fondos públicos. Esto puede sonar a consuelo de tontos, pero permite un apunte que sí debe preocuparnos: es probable que entre los nacionalistas, como grupo nuevo en la política y más nuevo aún en el poder, no se hayan desarrollado todas las tretas, triquiñuelas y formas de darle vuelta a los controles; como sí se presume en sectores del Apra, el fujimorismo y el toledismo. Martín Belaunde Lossio sí fue pillado en presunta corrupción con poderes regionales y locales, pero el Gobierno Central demostró que ya no estaba en sus filas. Además, este cayó como consecuencia de un golpe institucional, promovido por el Gobierno Central contra la mafia regional de César Álvarez. En este régimen hemos visto importantes capturas a narcos que han convivido, es cierto, con ampayes a familiares y correligionarios que se hacen de la vista gorda ante otras mafias que solemos subestimar: las de la tala y la minería ilegal.
La tercera y última cosa por corregir es nuestro iluso sueño de le educación, que no acepta críticas. Richard Webb me ayudó a desasnarme, haciéndome ver que, en la medida en que todos se eduquen, el cartón vale poco. A la educación hay que atacarla en función de las necesidades de la productividad (que es muy baja) y de la diversificación productiva. No hay más. Eso de arriar a los chicos para que chanquen más que nunca y exigir título para todo es una exigencia a lo Sunedu, que puede llevar a discriminaciones y estrés improductivo.