Una nueva confianza otorgada a un Gabinete que no la merece y un segundo pedido de vacancia que tambalea por conseguir solo 52 firmas son evidencia suficiente para concluir que el núcleo duro corrupto y clientelista que ha tejido el Gobierno de Pedro Castillo es infranqueable para la oposición real.
Neutralizado el Congreso, solo quedan la movilización ciudadana a gran escala y una prensa independiente que persista en su trabajo de denuncia.
¿Qué es lo que impide que la indignación ciudadana tenga un eco contundente en calles y plazas a nivel nacional? Primero, el mensaje de fondo. Los ejes derecha/izquierda, comunismo/liberalismo/capitalismo, Lima/provincias, pobres/ricos, han devenido insuficientes. Si bien hay un sustrato ideológico en esta lucha por la salvación del Estado y la democracia, la gran población no la hace suya porque no forma parte de sus preocupaciones diarias.
Si lo que se busca es lograr mayor alcance y consenso sobre lo que nos une a la gran mayoría, los denominadores comunes son la corrupción que se generaliza ante nuestros ojos y la ineptitud gubernamental. Porque sí es posible demostrarles a millones de peruanos que ambos factores no solo nos empobrecen más, sino que nos arrebatan el futuro y la esperanza.
Ergo, el mensaje amplificador debería ser: hay que acabar con un Gobierno corrupto e inepto porque nos empobrece, pero, sobre todo, porque nos roba el futuro. Un futuro de viabilidad democrática.
Pero también hay un tema de estrategia y de formas. No sé qué esperan las organizaciones para, en primer lugar, lograr que las convocatorias a las movilizaciones no sean originadas solo en un sector reducido de la derecha. En segundo lugar, se necesita que quienes lideren las mismas sean políticos y jóvenes alejados, lo más posible, de la partidocracia que ha llevado las riendas en los últimos 25 años. Finalmente, se requiere que los llamados a la protesta sean transversales a todos los movimientos políticos, gremios e instituciones diversas de la sociedad civil, desterrando categorías políticas e ideológicas.
Al final del día, debería ser una iniciativa ciudadana por la dignidad de un país que no debe tolerar la repartija, el robo y el control de instituciones por parte de mafias e intereses ilegales. Un movimiento civil para el rescate del Perú y de su precaria democracia.
Por último, un factor vital: la oposición congresal real debería estar dispuesta a expresar su decisión de que, en caso la vacancia o la renuncia prosperasen, se convoque de inmediato a nuevas elecciones y a cortar su mandato legislativo actual. Algo totalmente injusto por la presencia de algunos actuales congresistas que deberían permanecer, pero es uno de los costos políticos a asumir por un bien mayor: el del Perú.
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