Alison Mauriola

A los cinco años veía a mi abuelo enseñarles a los chicos del colegio San Ignacio. No sabía que, sin querer, estaba aprendiendo cómo ser profesora. Ya en la universidad, empecé a trabajar como correctora de estilo, pero con una particularidad: también les enseñaba a mis clientes por qué corregía algunos errores. Empecé a ser una correctora-profesora.

Y hablando de profesoras, recuerdo el día en el que le comenté a una de ellas que había algunos errores gramaticales en el texto que nos mandó a leer. “Pero el autor de esa separata tiene varias maestrías, Alison”, me dijo sorprendida. Yo le dije que no ponía en duda los conocimientos del autor, porque a veces en algunas maestrías, hablando de profesores, no se enseña cómo escribir correctamente...

Yo recuerdo, además, que algún magíster alguna vez me dijo amablemente que nadie había pedido mi opinión cuando corregí su texto, yo, alguien que no tiene todavía ningún título. Ese era el magíster que no tiene quien le escriba, a lo Gabriel García Márquez. Y usted, lector, ¿es uno de su especie?

Lo cierto sobre la escritura es que es una competencia transversal; es decir, se trata de una habilidad indispensable para todos los profesionales que no distingue oficio ni grado. La Comisión Europea reconocía en un documento publicado hace más de 20 años que “asegurar que todos los ciudadanos alcancen el dominio de la lectura, la escritura y el cálculo es una condición indispensable para garantizar un aprendizaje de calidad”, puesto que estos “son la clave para todas las capacidades de aprendizaje posterior, así como para las posibilidades de empleo”.

En conclusión, la escritura es tan necesaria para un ingeniero como lo es para un abogado, un albañil o un chef; para un trabajador con o sin maestrías.

Alison Mauriola es Estudiante de Derecho de la Universidad de Piura