Mario Ghibellini

La presidente se presentó ayer ante la prensa y el país para hacer un pretendido de su gestión. Nadie se lo había pedido, pero han pasado seis meses desde que asumió el poder y la iniciativa no parecía descaminada. Sobre todo, por marcar un contraste con Pedro Castillo, que no le rendía cuentas ni a su gabinete en la sombra. Decimos, sin embargo, que el balance fue solo pretendido, porque un ejercicio de esa naturaleza supone siempre ponderar activos y pasivos; y los pasivos no se distinguieron por ningún lado en el discurso de la señora. Y, pensándolo bien, los activos, en realidad, tampoco. La entrega de bonos o ayuda a las víctimas de algún evento adverso, por citar algunos de los ítems que más machaconamente asomaron en las palabras de la gobernante, no constituyen logro alguno. Entregar un memorándum a la OCDE, tampoco. Y lo mismo cabe decir de todas las promesas recitadas durante la presentación, por ella o por sus ministros, sobre obras iniciadas o proyectadas para un impreciso mañana. Los balances revisan el pasado, no el futuro.

–0 x 2–

Es posible, desde luego, que Ninoska, la recientemente nombrada mandamás del “Pravda” criollo que busca echar raíces en el IRTP, encuentre mérito en la lista de lavandería que nos presentó ayer la mandataria y aventure algunos fuegos artificiales celebratorios. Pero en los medios independientes el entusiasmo está descartado. Es verdad que, después de una administración como la encabezada por el golpista de Chota, cualquier cosa se agradece. Pero en ningún momento debemos perder de vista que lo que se está agradeciendo es cualquier cosa.

El gobierno de la señora Boluarte, en efecto, es un festival de despropósitos e ineficiencia, cuya existencia sin cortapisas se explica por una cierta tolerancia instalada en el Congreso. Esa tolerancia, no obstante, daría la impresión de haber llegado a un límite con la performance de la ministra Rosa Gutiérrez en el sector Salud. Ella, como se sabe, ha venido dando bandazos en medio de la epidemia del dengue, una enfermedad que azota a muchas regiones del país y que ha cobrado –siendo conservadores– más de cien víctimas mortales en nuestro territorio. Sea como fuere, esa circunstancia ha terminado por despertar a una porción relevante de la representación nacional que, según todo indica, se dispone a ajustarle las clavijas a la titular del Minsa. Para empezar, la invitarán al pleno para interpelarla, pero el ánimo de censurar va ganando rápidamente adeptos entre las más diversas bancadas.

En su balance de ayer, sin embargo, la presidente Boluarte no se dio por enterada del problema. Apenas admitió “algunas deficiencias” y señaló que los responsables de la lucha contra el dengue han recibido “instrucciones para redoblar los esfuerzos”. Una broma macabra, sin duda, porque todos conocemos el resultado de multiplicar 0 por 2.

A su turno, la ministra Rosa Gutiérrez desplegó durante el show la retórica habitual de los que se saben en falta. Cuando le pasaron el micro, se despachó con una perorata sembrada de inflexiones propias de la arenga política antes que de la exposición, y recordó la crisis en medio de la que se había recibido el gobierno y las carencias históricas de la infraestructura del Estado en materia de salud. Sus esfuerzos, declaró, habían estado enderezados desde el principio a “coberturar” (sic) las necesidades de la población, pero determinados “factores externos”, ¡oh, sino cruel!, habían conspirado contra el cumplimiento de lo que se había propuesto; particularmente en lo referente al descenso de la curva de contagios por el dengue.

¿Cuáles fueron esos factores externos? Pues, el fenómeno de El Niño costero, la aproximación del ciclón Yaku a nuestras costas y la elevación de la temperatura. Es decir, un solo factor con varios nombres. Ese factor y sus consecuencias, además, eran ya perfectamente conocidos cuando, hace algunas semanas, la ministra aseguró que, en 15 días, la curva en cuestión descendería, de manera que mal puede esgrimirlo ahora como excusa para el hecho de que su anuncio resultara un fiasco. Proclamó asimismo la señora Gutiérrez que es momento de hacer reestructuraciones e impulsar iniciativas varias en el sector a su cargo... lo que, lógicamente, planteó ciertas interrogantes acerca lo que había venido haciendo hasta hoy.


–Fumos nocivos–

En síntesis, pues, si lo que la jefe del Estado pretendía hacer ayer era un balance, lo primero que tendría que haber anotado es que la titular de Salud es el pasivo más aparatoso de su gestión y darnos a todos la buena nueva de que ya la había licenciado. Pero lo que ocurrió fue exactamente lo contrario. Ante las preguntas de la prensa por una omisión tan gruesa en su exposición sobre las virtudes y defectos de su gobierno, la señora Boluarte simplemente renovó su respaldo a la ministra y señaló que quería reconocer que ella “ha hecho todos los esfuerzos denodados de la fumigación”. No quedó del todo claro, sin embargo, qué es lo que doña Rosa habría fumigado.

La presidente, en cualquier caso, ha dejado todo en manos del Congreso. Y eso, a juicio de esta pequeña columna, constituye una torpeza. Cuando uno produce un gran desbarajuste como el causado por la designación de esta ministra, lo menos que puede hacer es recoger todo y volver a guardarlo. Bajo llave, de preferencia.

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Mario Ghibellini es periodista